Jorge Olguín.
A veces parece que no llega la estabilidad, las vicisitudes aparecen en las más diversas circunstancias. El ego no permite la estabilidad interior. La terapia alumbra, pero hay que andar el camino. Todos pueden alcanzar resultados.
Muchas veces nos rodeamos de personas que nos tienden una mano. Nos entregamos a ellas, confiamos, hasta que sacan a relucir su verdadero carácter. Personas que quizá busquen enseñarnos en nuestra actividad para perfeccionarnos, para desarrollarla lo mejor posible y nos damos cuenta que todo es ego. Todo es en beneficio de los demás. Hasta nuestros propios triunfos, nuestras propias metas son en beneficio de los demás.
En el plano afectivo es exactamente lo mismo. Conocemos a una persona con la cual tenemos idas y vueltas, creemos haber encontrado la persona idónea y finalmente descubrimos que no lo es, que esa persona tiene otras metas, otra manera de ver las cosas. Oculta lo que desea ocultar, expresa lo que desea expresar y a veces nos deja aparte de su andar cotidiano.
Sentimos que caemos, sentimos que tocamos fondo y, de repente, en medio del desierto, sedientos, al límite con nuestras fuerzas agotadas, se nos presenta el oasis y no es un espejismo. Y saciamos nuestra sed en esa agua y por fin creemos ver las cosas con claridad. Y no, no es un espejismo ese oasis. Ese oasis nos hace ver como que el espejismo fue el pasado. Pero hay situaciones que se repiten y, de repente, buscamos ese lago, ese agua, las palmeras y volvemos a ver todo arena. Nada calma nuestra sed de conocimiento, de afecto, de lo que fuese. Situaciones que se repiten en distintas circunstancias. Quizás el respeto es distinto, quizás el trato es distinto pero el medio es el mismo: la inconformidad, donde tú te pones a pensar que eso no es lo que anhelabas y sientes como que estás en medio de un campo expuesto a todo tipo de golpes porque los golpes se pueden traducir en indiferencia, desdén, rencor, traición, frustración. Frustración desde lo laboral, desde los proyectos, donde quien pensabas que te iba a tender una mano es quien te pone el pie sobre la cabeza para que te hundas -quizá sea literal la forma de hablar porque hay muchas maneras de poner el pie- y te encuentras con la indiferencia, el desdén, la traición en el plano afectivo, donde en lugar de alimentar tu esencia, te quitan tu energía y tú te planteas en medio de la vorágine de todo lo que hay por delante porque surgen nuevas cosas pero no tienes la fuerza para enfrentarlas. No tienes la fuerza para enfrentarlas porque sientes como un desaliento, como que la escala tonal está por el piso. Porque no eres una máquina y porque, al no ser una máquina, los afectos ajenos hacen mella en ti, en tu aura opacada.
Y hay una lucha entre tus dos mentes: entre la mente reactiva y la mente analítica. Porque la mente reactiva necesita, porque el ego necesita, necesita la aprobación del otro, necesita el amor del otro. En cambio, la mente analítica -que es la mente coherente- es la que verdaderamente elige lo que le conviene al ser, que es desprenderse de los lastres, siendo que la mente reactiva, al no razonar, se aferra a los lastres como si uno estuviera en alta mar y cae al agua de una barcaza y se aferra al plomo que lo lleva hacia el fondo. Es absolutamente ilógico aferrarse a lo que te lleva al fondo. Y cuando te encuentras caminando a medias porque tus pies no tienen fuerza para mantenerte, escuchas un trueno y cae con intensidad la lluvia en forma de influencias negativas de terceras personas. De ahí el famoso refrán: Sobre llovido, mojado.
Pero no todo es tan drástico, no todo es tan dramático, no todo es tan hostil. Al fin y al cabo somos la esencia de Dios y Dios nos da las herramientas. Pero depende de nosotros: la terapia te señala el Camino hacia la Luz pero si la persona no lo camina la verá allá, a lo lejos, la luz. Esa luz no es el horizonte que uno camina, camina, camina y jamás lo alcanza, porque el planeta es casi esférico.
La Luz esa sí se puede alcanzar. El éxito sí se puede alcanzar -en lo laboral, en los proyectos, en lo afectivo- pero es necesario cortar el cordón umbilical con esa palabra de seis letras llamada 'pasado' y entender que a través del presente se consolida el futuro.
Hay muchos obstáculos, recuerdos, afectos truncados, influencias negativas pero la Luz, la verdadera Luz, acaba con la obscuridad. La terapia alumbra pero el Camino lo recorre la persona. Que nos muestren el Camino es solamente parte de la cosa pero mientras ese Camino hacia la Luz no se recorra lo demás es vano, es absolutamente vano.
Comencemos a andar el Camino. Comencemos.
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