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Pérez Jiménez, golpista y dictador del último tramo de “los dolores de parto de la democracia”
l desconocimiento de la historia o la simplicidad de la asociación por herencia -o porque “lo dijo Chávez”- hace que algunos jóvenes venezolanos repitan acríticamente que el coronel Marcos Pérez Jiménez -era coronel oficialmente, su ascenso a general fue ilegítimo- fue “el mejor presidente que ha tenido Venezuela, papá”, y, sin excepción, basan su argumento en las obras públicas desarrolladas en Caracas, boato arquitectónico que le permitió acumular una inmensa fortuna producto de las comisiones que el italianato constructor importado ad hoc depositaba en sus cuentas en el exterior, supervisadas por su ministro de obras públicas.
Hablan, sin la menor responsabilidad analítica, que en Caracas no había ranchos, y que los pocos que existían esperaban por la demolición para reubicar a sus habitantes en la urbanización 2 de Diciembre, hoy 23 de Enero. Lo que ignoran es que esa Caracas idílica llegaba hasta la Plaza Venezuela, por eso, sin pudor ni respeto, los orgullosos caraqueños de la dictadura, sostenían: “Venezuela es Caracas, lo demás es monte y culebra”. Y así era, todo el resto del territorio era ranchos y pobreza extrema, cuya población, como la del Chile de Pinochet que no podía establecerse en Santiago, por lo que en esa capital no había pobres, estaba reprimida en sus pueblos miserables, y fue la democracia la que abrió las esclusas de la migración hacia las grandes ciudades.
La verdad histórica es que la Venezuela que pudo comenzar a florecer como nación moderna con el gobierno de Rómulo Gallegos, se frustró bajo los diez años de dictadura corrupta y criminal de este penúltimo dictador, para sonrojo de la patria, que pensó haber superado esa miseria moral, reinsertada por la ingenuidad de la ignorancia esperanzada. Su dictadura personal duró cinco años, 1 mes y 22 días, pues, había comenzado el 2 de diciembre de 1952, hasta el 23 de enero de 1958. Sin embargo había sido integrante con Luis Felipe Llovera Páez de la Junta de Gobierno presidida por el traidor Carlos Delgado Gómez -Delgado Chalbaud era su padre- que es asesinado el 13 de noviembre de 1950 por Rafael Simón Urbina a la cabeza de una cuadrilla de ocho hombres traídos de la Sierra de Coro, que asalta el vehículo del presidente, entre su residencia y Miraflores, y tras un violento forcejeo lo secuestra y asesina.
El día del asesinato, Urbina envía esta carta a Pérez Jiménez: “Comandante Pérez Jiménez: mi muy apreciado amigo. Como le dije cuando llegué al país, no quiero más presidente que usted. Delgado quedó malherido, aunque yo no quería que lo mataran, como le consta al motorizado. Ojalá que usted me respalde en la embajada de Nicaragua, donde me encuentro malherido”. Para evitar las murmuraciones por el magnicidio se designó a un civil para presidir la Junta y la elección recayó en Germán Suárez Flamerich, un abogado anodino, el pendejo necesario, que aceptó ser títere de dos militares que cambian la denominación de la Junta Militar por Junta de Gobierno.
La tortura su filosofía política
José Agustín Catalá, formidable ariete contra el olvido, narra: “La tortura se iniciaba con pequeños ensayos. Muchas veces los esbirros de la dictadura ‘olvidaban’ suministrar alimentos a los secuestrados políticos. Los dejaban de pie o sentados, días o semanas enteras. No permitían leer los periódicos, censurados por ellos mismos. Se negaba el detenido a los familiares. Patear, golpear, abofetear, fueron prácticas que se transformaron en una sistemática manera de interrogar para quebrar, desmoralizar, para convertir al hombre en un guiñapo. La tortura empieza por iniciativa de los propios esbirros. Pero son Pedro Estrada y Vallenilla Lanz quienes la convierten en sistema. Vallenilla, con toda su experiencia europea, aporta sus conocimientos teóricos de los métodos fascistas. Como aquí no se da el frío de las celdas de la Gestapo en Europa, creaban su clima artificial con grandes bloques de hielo debajo y sobre los detenidos. Un frío que congele. Estrada mezcla lo telúrico y lo extraño; sistematiza la tortura. Primero una fuerte dosis de planazos para ablandar al detenido, luego pararlo durante largos días en el “once”, después, descalzo sobre el rin con los bordes afilados. Electricidad, sed, hambre, black-jack, manguera, garrote, tortol, colgar a los detenidos por los pies, por los brazos, quemarlos en las partes más sensibles. Todo. Además, había que crear los sitios del terror en la mente del torturado: El Junquito, Ojo de Agua (cerca de Altagracia de Orituco), los sótanos de la Seguridad Nacional. Muchos salen muertos al ‘Cementerio sin Cruz’ de la dictadura”.
Persecuciones y allanamientos
Durante esos diez años ningún hogar venezolano tuvo paz. Por eso cuando oigo hablar de las bondades de la dictadura suelo preguntar qué actividad realizaba el afortunado ascendiente de estos jóvenes defensores de esa dictadura. ¿Fundó un sindicato?, ¿tenía un programa crítico en la radio?, ¿era articulista de prensa?, ¿pertenecía a una federación estudiantil?, ¿era miembro activo de algún partido político de oposición al régimen? O simplemente dejaba hacer, dejaba pasar, respirando poquito, como les gusta a los dictadores que sean los pueblos. Porque durante esos diez años de dictadura se abrieron 136 mil expedientes, centralizados en la Seguridad Nacional, contra venezolanos que se atrevieron a disentir. De la búsqueda inicial de los cabecillas de la resistencia se pasó luego, maniáticamente, a la persecución en masa. Con violencia institucional. Se allanan los hogares a medianoche. Lo rompen todo, nada les importa el terror de los niños, lo disfrutan, buscan armas, documentos, bombas, se vejan a hombres y mujeres, civiles y militares, jóvenes y ancianos, no importa. Saquean bibliotecas, queman los libros, injurian a las mujeres levantadas en batas de dormir. Lo importante es mantener al pueblo bajo el terror, desequilibrado económicamente, obligarlo a delatar a sus amigos y familiares. Más de medio millón de venezolanos, de los siete que tenía el país, fueron allanados y perseguidos.
Campos nazis
Pérez Jiménez ordenó la creación de campos de concentración y trabajos forzados, en el Delta del Orinoco, en Guasina y Sacupana. “En noviembre de 1951 fue enviado el primer lote de presos políticos a los trabajos forzados del campo de Sacupana. El régimen había prohibido la palabra Guasina. Con el segundo lote llegó una cuarentena de reclusos de El Dorado que afirmaban que las colonias móviles eran un paraíso comparado con Guasina. Se le decía a todo el personal de custodia que tratarían con los peores criminales, homosexuales, drogómanos que tenía el país. Era mejor liquidarlos. La alimentación era insignificante, el trabajo agotador. No había médicos ni medicinas. Mensualmente visitaba el campo un veterinario extranjero que siempre recomendaba “la planicilina” como el mejor antídoto contra las múltiples enfermedades que sufrían los presos. Hubo allí epidemias periódicas de tifus, disentería, tuberculosis, paludismo, beri-beri, infecciones desconocidas, llagas, purulencias, locura. Solo cuatro pudieron ser enterrados en el cementerio de Sacupana. Muchos no regresaban de los traslados a Barrancas o al célebre Hospital de Tucupita. Ningún preso después de dos meses en Sacupana, pesaba más de 45 kilos”.
Una sombría muestra de asesinatos de Pérez Jiménez
El 29 de abril de 1952 muere asesinado el campesino carabobeño Santiago Díaz, en Guasina. El 8 de junio muere en Caracas, a consecuencia de torturas físicas, el profesor y estudiante de derecho José Antonio González. El 10 de junio muere brutalmente torturado en Guasina el farmacéutico Cosme Damián Peña. El 7 de julio muere en Guasina el oficinista Rafael Mamerto Chacón, de 60 años, detenido y torturado en valencia. El 24 de septiembre muere en Guasina Roberto Fossi, enemigo personal de Estrada. El 4 de octubre fue detenido y sometido a las más crueles torturas, hasta provocarle la muerte, Cástor Nieves Díaz. El 22 de octubre, en la carretera Caracas-Los Teques, agentes de la policía de Estrada asesinaron al comerciante Nayib Ablán, de 38 años, acusado de esconder clandestinos de la resistencia. El 24 de octubre, el propio cuartel de la Seguridad Nacional, fue asesinado Germán González, abogado sin filiación política, propietario del vehículo donde viajaba Ruiz Pineda cuando fue asesinado. En el transcurso de los últimos meses de 1952, fueron asesinados en el trayecto de Tucupita a Guasina, según datos suministrados por campesinos de Sacupana, las siguientes personas: Roberto Laporta, 22 años, agricultor; Iginio Martínez, 36 años, agricultor; Rafael Peralta, 48 años, obrero; Eufrasio González, 27 años, tractorista; Estanislao Zerpa, 19 años, obrero; Gumersindo Miranda, 30 años, comerciante; José Ignacio Manzano, 22 años, obrero; Eduardo Poleo, 34 años, obrero; Pedro Palma, 21 años, pescador; Casimiro González, 24 años, pescador; Maximino Peralta, 40 años, pescador; Doroteo Colmenares, 36 años, lanchero y Rufino Montero, 16 años, pescador. En la cárcel de Ciudad Bolívar fue brutalmente asesinado a principios de 1955, Jesús Alberto Blanco, trasladado de Guasina. Es extenso el libro de José Agustín Catalá, Expediente Negro. Por sus páginas desfilan cientos de nombres, algunos de los cuales, muertos por las torturas, debemos recordar hoy: Luis Hurtado, Víctor Alvarado, Jesús María López, Socorro Cabrera y Rubén Perdomo, en Caracas. Víctor Jiménez, Esteban Tolosa y Antonio José Roldán en Barquisimeto. Marcial Morales y Jesús Salvador Zuleta, en Maracaibo. José Vicente Gutiérrez, en Cumaná. El 20 de mayo de 1953 murió de cáncer, preso en la cárcel de San Juan de los Morros el abogado merideño Alberto Carnevalli. Era el secretario general de Acción Democrática en la clandestinidad, luego del asesinato de Ruiz Pineda.
Condecorado por los Estados Unidos
Pérez Jiménez fue condecorado con la Legión del Mérito. Eran los tiempos de la Guerra Fría, y en el diploma de la orden, con la firma de Eisenhower, se proclamó al dictador como el gobernante ideal para América Latina. Este es el desconocido texto: “Su Excelencia, el coronel Pérez Jiménez como Presidente de la República de Venezuela, siempre ha dado evidencias de su colaboración y de su amistad hacia Estados Unidos. Su sana política en asuntos financieros y económicos ha facilitado la expansión del inversionista extranjero, lo que ha permitido que su administración contribuya al mejor bienestar del país y al rápido desarrollo de sus enormes recursos naturales. Esta política, cuidadosamente combinada con un vasto programa de obras públicas, ha registrado un notable adelanto en educación, sanidad, transporte, viviendas y otras necesidades básicas. Este progreso significa el bienestar general del pueblo venezolano. Su incansable energía e ideas han aumentado la capacidad de las Fuerzas Armadas Venezolanas, de manera que estas puedan participar en la defensa colectiva del hemisferio occidental. Las medidas tomadas bajo su dirección en la preparación de la X Conferencia Interamericana, celebrada en Caracas, constituyó un éxito decisivo. Su constante preocupación por el problema de la infiltración comunista ha mantenido a su gobierno alerta para combatir la amenaza contra su país y el resto de las Américas. Además, su conocimiento de la similitud de los intereses de Estados Unidos y de Venezuela ha hecho que las tradicionalmente cordiales relaciones entre los dos países sean más estrechas que nunca”.
Pérez Jiménez corre pero es atrapado
El 23 de enero de 1958, Pérez Jiménez, que había convocado un plebiscito el 1 de diciembre de 1957, para prolongar su mandato, huye aterrorizado de Venezuela y se refugia en los Estados Unidos, de donde logra extraditarlo el gobierno democrático en agosto de 1963. Prisionero en la Cárcel Modelo de Caracas, se le somete a juicio, acusado de peculado y malversación de fondos del erario nacional. Encontrado culpable, fue sentenciado, el 1 de agosto de 1968 a cumplir cuatro años, un mes y quince días de prisión. Tiempo que ya había cumplido, por lo que fue liberado el mismo día. Inexplicablemente, no se le juzgó por ninguno de sus crímenes contra la humanidad y a Pedro Estrada nadie se acordó de extraditarlo. Por esa lenidad de la democracia, es que tenemos este lodazal.
Una lección inolvidable para la democracia y punto
La lección para el pueblo venezolano que deja la historia de este período nefasto, es un mandato irreductible de fortalecer el sistema democrático, introyectando sus valores y asumiendo por definición que la Democracia es el sistema político, cuyos gobiernos están sujetos a las normas constitucionales establecidas por la ciudadanía en el libre ejercicio de su soberanía, que profesa y garantiza el respeto a los derechos fundamentales y libertades públicas de la persona humana con énfasis en la libertad política, civil y personal, regido por los principios capitales de la división de poderes y el equilibrio de las autoridades y consagrado a producir la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de estabilidad política.
Es deber cívico enseñar a nuestros jóvenes que no es posible conceder calificación positiva a ningún gobierno sin considerar el debido respeto a los derechos humanos, como el de la vida, la libertad y la propiedad, y a la dignidad del individuo como sujeto fundamental de la sociedad. Se trata de valores humanos, no de venta de concreto armado. Todo dictador es despreciable, aunque construya millones de viviendas.
http://www.correodelcaroni.com/index.php/opinion/item/45723-el-mejor-presidente
Hablan, sin la menor responsabilidad analítica, que en Caracas no había ranchos, y que los pocos que existían esperaban por la demolición para reubicar a sus habitantes en la urbanización 2 de Diciembre, hoy 23 de Enero. Lo que ignoran es que esa Caracas idílica llegaba hasta la Plaza Venezuela, por eso, sin pudor ni respeto, los orgullosos caraqueños de la dictadura, sostenían: “Venezuela es Caracas, lo demás es monte y culebra”. Y así era, todo el resto del territorio era ranchos y pobreza extrema, cuya población, como la del Chile de Pinochet que no podía establecerse en Santiago, por lo que en esa capital no había pobres, estaba reprimida en sus pueblos miserables, y fue la democracia la que abrió las esclusas de la migración hacia las grandes ciudades.
La verdad histórica es que la Venezuela que pudo comenzar a florecer como nación moderna con el gobierno de Rómulo Gallegos, se frustró bajo los diez años de dictadura corrupta y criminal de este penúltimo dictador, para sonrojo de la patria, que pensó haber superado esa miseria moral, reinsertada por la ingenuidad de la ignorancia esperanzada. Su dictadura personal duró cinco años, 1 mes y 22 días, pues, había comenzado el 2 de diciembre de 1952, hasta el 23 de enero de 1958. Sin embargo había sido integrante con Luis Felipe Llovera Páez de la Junta de Gobierno presidida por el traidor Carlos Delgado Gómez -Delgado Chalbaud era su padre- que es asesinado el 13 de noviembre de 1950 por Rafael Simón Urbina a la cabeza de una cuadrilla de ocho hombres traídos de la Sierra de Coro, que asalta el vehículo del presidente, entre su residencia y Miraflores, y tras un violento forcejeo lo secuestra y asesina.
El día del asesinato, Urbina envía esta carta a Pérez Jiménez: “Comandante Pérez Jiménez: mi muy apreciado amigo. Como le dije cuando llegué al país, no quiero más presidente que usted. Delgado quedó malherido, aunque yo no quería que lo mataran, como le consta al motorizado. Ojalá que usted me respalde en la embajada de Nicaragua, donde me encuentro malherido”. Para evitar las murmuraciones por el magnicidio se designó a un civil para presidir la Junta y la elección recayó en Germán Suárez Flamerich, un abogado anodino, el pendejo necesario, que aceptó ser títere de dos militares que cambian la denominación de la Junta Militar por Junta de Gobierno.
La tortura su filosofía política
José Agustín Catalá, formidable ariete contra el olvido, narra: “La tortura se iniciaba con pequeños ensayos. Muchas veces los esbirros de la dictadura ‘olvidaban’ suministrar alimentos a los secuestrados políticos. Los dejaban de pie o sentados, días o semanas enteras. No permitían leer los periódicos, censurados por ellos mismos. Se negaba el detenido a los familiares. Patear, golpear, abofetear, fueron prácticas que se transformaron en una sistemática manera de interrogar para quebrar, desmoralizar, para convertir al hombre en un guiñapo. La tortura empieza por iniciativa de los propios esbirros. Pero son Pedro Estrada y Vallenilla Lanz quienes la convierten en sistema. Vallenilla, con toda su experiencia europea, aporta sus conocimientos teóricos de los métodos fascistas. Como aquí no se da el frío de las celdas de la Gestapo en Europa, creaban su clima artificial con grandes bloques de hielo debajo y sobre los detenidos. Un frío que congele. Estrada mezcla lo telúrico y lo extraño; sistematiza la tortura. Primero una fuerte dosis de planazos para ablandar al detenido, luego pararlo durante largos días en el “once”, después, descalzo sobre el rin con los bordes afilados. Electricidad, sed, hambre, black-jack, manguera, garrote, tortol, colgar a los detenidos por los pies, por los brazos, quemarlos en las partes más sensibles. Todo. Además, había que crear los sitios del terror en la mente del torturado: El Junquito, Ojo de Agua (cerca de Altagracia de Orituco), los sótanos de la Seguridad Nacional. Muchos salen muertos al ‘Cementerio sin Cruz’ de la dictadura”.
Persecuciones y allanamientos
Durante esos diez años ningún hogar venezolano tuvo paz. Por eso cuando oigo hablar de las bondades de la dictadura suelo preguntar qué actividad realizaba el afortunado ascendiente de estos jóvenes defensores de esa dictadura. ¿Fundó un sindicato?, ¿tenía un programa crítico en la radio?, ¿era articulista de prensa?, ¿pertenecía a una federación estudiantil?, ¿era miembro activo de algún partido político de oposición al régimen? O simplemente dejaba hacer, dejaba pasar, respirando poquito, como les gusta a los dictadores que sean los pueblos. Porque durante esos diez años de dictadura se abrieron 136 mil expedientes, centralizados en la Seguridad Nacional, contra venezolanos que se atrevieron a disentir. De la búsqueda inicial de los cabecillas de la resistencia se pasó luego, maniáticamente, a la persecución en masa. Con violencia institucional. Se allanan los hogares a medianoche. Lo rompen todo, nada les importa el terror de los niños, lo disfrutan, buscan armas, documentos, bombas, se vejan a hombres y mujeres, civiles y militares, jóvenes y ancianos, no importa. Saquean bibliotecas, queman los libros, injurian a las mujeres levantadas en batas de dormir. Lo importante es mantener al pueblo bajo el terror, desequilibrado económicamente, obligarlo a delatar a sus amigos y familiares. Más de medio millón de venezolanos, de los siete que tenía el país, fueron allanados y perseguidos.
Campos nazis
Pérez Jiménez ordenó la creación de campos de concentración y trabajos forzados, en el Delta del Orinoco, en Guasina y Sacupana. “En noviembre de 1951 fue enviado el primer lote de presos políticos a los trabajos forzados del campo de Sacupana. El régimen había prohibido la palabra Guasina. Con el segundo lote llegó una cuarentena de reclusos de El Dorado que afirmaban que las colonias móviles eran un paraíso comparado con Guasina. Se le decía a todo el personal de custodia que tratarían con los peores criminales, homosexuales, drogómanos que tenía el país. Era mejor liquidarlos. La alimentación era insignificante, el trabajo agotador. No había médicos ni medicinas. Mensualmente visitaba el campo un veterinario extranjero que siempre recomendaba “la planicilina” como el mejor antídoto contra las múltiples enfermedades que sufrían los presos. Hubo allí epidemias periódicas de tifus, disentería, tuberculosis, paludismo, beri-beri, infecciones desconocidas, llagas, purulencias, locura. Solo cuatro pudieron ser enterrados en el cementerio de Sacupana. Muchos no regresaban de los traslados a Barrancas o al célebre Hospital de Tucupita. Ningún preso después de dos meses en Sacupana, pesaba más de 45 kilos”.
Una sombría muestra de asesinatos de Pérez Jiménez
El 29 de abril de 1952 muere asesinado el campesino carabobeño Santiago Díaz, en Guasina. El 8 de junio muere en Caracas, a consecuencia de torturas físicas, el profesor y estudiante de derecho José Antonio González. El 10 de junio muere brutalmente torturado en Guasina el farmacéutico Cosme Damián Peña. El 7 de julio muere en Guasina el oficinista Rafael Mamerto Chacón, de 60 años, detenido y torturado en valencia. El 24 de septiembre muere en Guasina Roberto Fossi, enemigo personal de Estrada. El 4 de octubre fue detenido y sometido a las más crueles torturas, hasta provocarle la muerte, Cástor Nieves Díaz. El 22 de octubre, en la carretera Caracas-Los Teques, agentes de la policía de Estrada asesinaron al comerciante Nayib Ablán, de 38 años, acusado de esconder clandestinos de la resistencia. El 24 de octubre, el propio cuartel de la Seguridad Nacional, fue asesinado Germán González, abogado sin filiación política, propietario del vehículo donde viajaba Ruiz Pineda cuando fue asesinado. En el transcurso de los últimos meses de 1952, fueron asesinados en el trayecto de Tucupita a Guasina, según datos suministrados por campesinos de Sacupana, las siguientes personas: Roberto Laporta, 22 años, agricultor; Iginio Martínez, 36 años, agricultor; Rafael Peralta, 48 años, obrero; Eufrasio González, 27 años, tractorista; Estanislao Zerpa, 19 años, obrero; Gumersindo Miranda, 30 años, comerciante; José Ignacio Manzano, 22 años, obrero; Eduardo Poleo, 34 años, obrero; Pedro Palma, 21 años, pescador; Casimiro González, 24 años, pescador; Maximino Peralta, 40 años, pescador; Doroteo Colmenares, 36 años, lanchero y Rufino Montero, 16 años, pescador. En la cárcel de Ciudad Bolívar fue brutalmente asesinado a principios de 1955, Jesús Alberto Blanco, trasladado de Guasina. Es extenso el libro de José Agustín Catalá, Expediente Negro. Por sus páginas desfilan cientos de nombres, algunos de los cuales, muertos por las torturas, debemos recordar hoy: Luis Hurtado, Víctor Alvarado, Jesús María López, Socorro Cabrera y Rubén Perdomo, en Caracas. Víctor Jiménez, Esteban Tolosa y Antonio José Roldán en Barquisimeto. Marcial Morales y Jesús Salvador Zuleta, en Maracaibo. José Vicente Gutiérrez, en Cumaná. El 20 de mayo de 1953 murió de cáncer, preso en la cárcel de San Juan de los Morros el abogado merideño Alberto Carnevalli. Era el secretario general de Acción Democrática en la clandestinidad, luego del asesinato de Ruiz Pineda.
Condecorado por los Estados Unidos
Pérez Jiménez fue condecorado con la Legión del Mérito. Eran los tiempos de la Guerra Fría, y en el diploma de la orden, con la firma de Eisenhower, se proclamó al dictador como el gobernante ideal para América Latina. Este es el desconocido texto: “Su Excelencia, el coronel Pérez Jiménez como Presidente de la República de Venezuela, siempre ha dado evidencias de su colaboración y de su amistad hacia Estados Unidos. Su sana política en asuntos financieros y económicos ha facilitado la expansión del inversionista extranjero, lo que ha permitido que su administración contribuya al mejor bienestar del país y al rápido desarrollo de sus enormes recursos naturales. Esta política, cuidadosamente combinada con un vasto programa de obras públicas, ha registrado un notable adelanto en educación, sanidad, transporte, viviendas y otras necesidades básicas. Este progreso significa el bienestar general del pueblo venezolano. Su incansable energía e ideas han aumentado la capacidad de las Fuerzas Armadas Venezolanas, de manera que estas puedan participar en la defensa colectiva del hemisferio occidental. Las medidas tomadas bajo su dirección en la preparación de la X Conferencia Interamericana, celebrada en Caracas, constituyó un éxito decisivo. Su constante preocupación por el problema de la infiltración comunista ha mantenido a su gobierno alerta para combatir la amenaza contra su país y el resto de las Américas. Además, su conocimiento de la similitud de los intereses de Estados Unidos y de Venezuela ha hecho que las tradicionalmente cordiales relaciones entre los dos países sean más estrechas que nunca”.
Pérez Jiménez corre pero es atrapado
El 23 de enero de 1958, Pérez Jiménez, que había convocado un plebiscito el 1 de diciembre de 1957, para prolongar su mandato, huye aterrorizado de Venezuela y se refugia en los Estados Unidos, de donde logra extraditarlo el gobierno democrático en agosto de 1963. Prisionero en la Cárcel Modelo de Caracas, se le somete a juicio, acusado de peculado y malversación de fondos del erario nacional. Encontrado culpable, fue sentenciado, el 1 de agosto de 1968 a cumplir cuatro años, un mes y quince días de prisión. Tiempo que ya había cumplido, por lo que fue liberado el mismo día. Inexplicablemente, no se le juzgó por ninguno de sus crímenes contra la humanidad y a Pedro Estrada nadie se acordó de extraditarlo. Por esa lenidad de la democracia, es que tenemos este lodazal.
Una lección inolvidable para la democracia y punto
La lección para el pueblo venezolano que deja la historia de este período nefasto, es un mandato irreductible de fortalecer el sistema democrático, introyectando sus valores y asumiendo por definición que la Democracia es el sistema político, cuyos gobiernos están sujetos a las normas constitucionales establecidas por la ciudadanía en el libre ejercicio de su soberanía, que profesa y garantiza el respeto a los derechos fundamentales y libertades públicas de la persona humana con énfasis en la libertad política, civil y personal, regido por los principios capitales de la división de poderes y el equilibrio de las autoridades y consagrado a producir la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de estabilidad política.
Es deber cívico enseñar a nuestros jóvenes que no es posible conceder calificación positiva a ningún gobierno sin considerar el debido respeto a los derechos humanos, como el de la vida, la libertad y la propiedad, y a la dignidad del individuo como sujeto fundamental de la sociedad. Se trata de valores humanos, no de venta de concreto armado. Todo dictador es despreciable, aunque construya millones de viviendas.
http://www.correodelcaroni.com/index.php/opinion/item/45723-el-mejor-presidente
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