Monday, December 05, 2011

Comportamientos del Ego....

Comportamientos del Ego....

De Jorge Olguín.

Muy pocas personas saben distinguir la transmutación de los diversos roles del ego. Sabemos que los roles del ego son parte de nosotros mismos. El ego no es un ente independiente; forma parte de nuestra mente.

Un rol del ego muta, cambia. Un rol del ego te impulsa reactivamente a actuar impulsivamente o a tomar una decisión apresurada donde la persona quizá fracasa e inmediatamente otro rol del ego le objeta ese fracaso potenciando la frustración de la persona, siendo que quizá el rol del ego anterior fue quien empujó a la persona a tomar una decisión apresurada.



Los roles del ego no son confiables porque buscan su propia subsistencia, independientemente de lo que le suceda a la persona. Por lo tanto, los roles del ego son ilógicos. ¿Quién, en su sano juicio, no sabiendo nadar en medio de la mar sabotearía su propia barca? Ésta zozobra y automáticamente la persona se ahogaría. ¿Quién, en su sano juicio, lo haría? Eso habla de que los roles del ego son irracionales. Pero irracionales, ¿hasta qué punto? Porque si bien el ego es fruto de la mente reactiva, abreva y se alimenta de la mente analítica. A veces, hay actos egoicos que son fríamente calculados. Entonces, no son todos impulsivos pero siempre van a ser en satisfacción del propio apetito egoico, como que ese apetito egoico es una dependencia emocional provocada por los distintos roles.



El ego provoca inseguridad porque el ego es dependiente, el ego demanda. ¿Quién demanda? Quien es dependiente, demanda. El ego demanda porque es dependiente. El ego manipula y, al ser dependiente, puede crear inseguridades. Por ende, crea temores, miedos, miedos a fracasar en los intentos, miedo a rechazos, miedo a que no se concreten proyectos.



Y si bien yo siempre digo que el ser humano es importante por propia aceptación, independientemente de la aprobación de los demás, de éxitos y fracasos -porque de lo contrario seríamos exitistas y el exitismo es algo negativo, porque viviríamos en un sube y baja- hoy logramos esto: “somos los mejores”. Mañana nos caemos a un metro de la meta y fracasamos. Y decimos: “somos los peores”. Y no es así. Eso es un pastel de manzana para el rol del ego. El rol del ego se alimenta de esas supuestas culpas que tiene la persona y, como he dicho en más de una oportunidad, culpa es cuando uno hace las cosas a propósito y responsabilidad es cuando las hace sin querer, inconscientemente.



Muchas veces, el ego, en los distintos roles, cuando cometemos un error o nos equivocamos o tomamos una decisión desacertada porque creemos en ese momento que era lo mejor y nos equivocamos nos echamos culpas, y eso es desacertado porque sí nos tenemos que hacer cargo de nuestra responsabilidad de haber tomado una decisión que no era la correcta. Pero culpa, ¿por qué? Si no lo hicimos a propósito, no lo hicimos adrede. Entonces hay que separar responsabilidad de culpa. Pero el ego no discrimina; para el ego todo es lo mismo.



El ego hace que muchas veces la persona no razone, que la persona no escuche otras ideas, que la persona no perciba si algo está bien o está mal. Y cuanto más reactiva está la persona debido a esos roles, menos razonable está. Lo reactivo está en la acera opuesta de lo analítico. Lo analítico se basa en la coherencia. Lo reactivo se basa en la incoherencia. Y el ego está en la vereda, en la acera de lo reactivo, de lo incoherente.



Pero si el ego forma parte de nosotros, ¿por qué el ego no nos cuida? Bueno, acá hay un planteamiento importante: el ego es un ente independiente, en forma figurada, porque el ego somos nosotros mismos, es el propio ser humano. Nuestra alma porta el ego, también. El ego forma parte de la mente reactiva y la mente reactiva es inherente a nuestro ser. La mente reactiva no se puede destruir porque forma parte de nosotros, al igual que la mente analítica. Pero, como he dicho en muchas oportunidades, la mente reactiva -por lo menos en nuestra raza Homo Sapiens- tiene millones de años. Nuestra mente analítica -que se halla en el córtex- tiene apenas miles de años. Entonces, es más fácil -si no estamos entrenados o capacitados- que primero actúe la mente reactiva y luego la mente analítica, que la persona primero se maneje con impulsos y luego diga: “¡Ay!, ¿qué hice?”. Porque he sido testigo directo de muchos casos así -casos que he comentado en distintas oportunidades- donde la persona, en un acto supuestamente hostil -hostil de que alguien actúe hasta con actitudes violentas-, a los pocos segundos repara en lo que hizo porque una vez saciado el impulso, ese ego, cual Poncio Pilatos, se lava las manos, y dice “Yo no fui”. Entonces la deja a la persona expuesta y la persona dice “¿Qué hice?” analíticamente, y capaz que ya no puede reparar el error. Y no hablemos de cosas graves -graves en actitudes violentas contra otras personas- quizá contra objetos. En un rapto de furia rompe un jarrón valioso y después no lo puede pegar. Doy ejemplos livianos para no andar en hechos de violencia mayores. Siempre el ego hace cometer errores. Pero el ego se puede integrar entendiendo que nosotros somos importantes independientemente de la aceptación de los demás, independientemente del afecto de los demás o de la crítica de los demás. El ego es alérgico –para que se entienda- a la crítica negativa pero para el ego el halago es como miel o como jalea real: es presa fácil del halago. Y, muchas veces, el halago hace que el ego derrumbe las barreras del castillo del ser encarnado, del ser humano, y lo vuelve más vulnerable. Porque sí hay halagos genuinos de seres que pueden querer bien pero muchas veces hay halagos falsos de seres serviles -no confundir servil con servicial, que eso lo voy a aclarar- y si caemos presa del halago somos absolutamente vulnerables.



Servicial es la persona que transforma su Amor en Obra en brindarse al otro. Porque el Amor sin Obra es estéril. Servil es aquella persona egoica que busca sacar tajada, que busca sacar ventaja. No es confiable la persona servil. Llena de halagos a su jefe, se vuelve lustrabotas de su jefe -"no se preocupe, me quedo una hora más terminando el memorándum"- para que su jefe lo tenga en consideración. Para mí una persona así no es confiable porque es la persona que traiciona a sus compañeros de oficina, que anda con cuentos, calumnias e injurias con tal de quedar bien parada la persona.



La persona servil es ego puro. Pero no es un ego irracional en este caso porque esta persona servil calcula solapadamente lo que hace, lo calcula. Entonces ahí también hay parte de análisis. En ese caso el ego está abrevando de la mente analítica porque razona, y no es irracional. El ego se alimenta de la parte inteligente, también, para hacer esos cálculos fríos de someter, manipular, dominar, sacar ventaja, etc. y nunca juega limpio porque jugar limpio es la verdadera tranquilidad de conciencia.



¿Cómo hacemos para no ser presa fácil de esa gente? Primero partamos de lo que yo digo siempre: si la palabra no tiene poder ni para mover un cabello a cincuenta centímetros de distancia no puede tener poder para lastimarte; el poder se lo da uno. Entonces no tenemos que permitir que nos dañen mediante la palabra. La palabra nos tiene que resbalar. Es verdad también que cuanto más cerca está afectivamente la persona más vulnerables vamos a ser a sus palabras hirientes. Es una cosa lógica. Somos seres humanos, no somos invulnerables del todo por más que tengamos el ego integrado. Siempre vamos a ser vulnerables; cuanto más querida sea la persona de nuestro entorno, más vulnerables vamos a ser a sus palabras hirientes. No confundir sentirnos importantes con sobrevalorarnos porque la sobrevaloración no es autoestima sino otro rol del ego. La vanidad, pedantería o -según la psicología- el narcicismo es aquella persona que se sube a un pedestal a que la admiren, a que la adoren, la que se cree la única. Eso no es autoestima, eso ya es vanidad, pedantería, petulancia. Es un rol del ego. Pero la autoestima, la verdadera autoestima de sentirnos importantes siempre va a ser en función de poder ayudar a otros y de ayudarnos a nosotros mismos porque si yo no me acepto, ¿como voy a lograr la aceptación del otro? Primero me tengo que convencer yo. Si yo no me quiero, ¿como voy a lograr el afecto del otro? Ejemplo: Si yo vendo un producto y no estoy convencido de lo que estoy vendiendo me voy a sentir inseguro con esa venta y el supuesto comprador o el potencial comprador se va a dar cuenta de mi titubeo. Entonces yo debo estar convencido de lo que tengo que vender. Si yo vendo un producto del cual estoy seguro que va a dar resultado, mi firmeza, mi seguridad va a contagiar a ese comprador y voy a poder vender el producto sin ningún problema. Y el principal producto que tengo que vender –y lo digo así porque el lenguaje es pobre- soy yo como persona. Sí así y todo no me aceptan, si yo verdaderamente tengo autoestima y me siento importante, voy a decir: "no importa, es un problema del otro". Si en un trabajo no me toman -porque quizá eligen a una persona más joven- lo lamento por ellos porque yo les hubiera rendido por tres; es un problema de ellos. Si hay un gran afecto que me da vuelta a la cara porque de diez personas tres tendrán afecto por mí, cuatro tendrán indiferencia y otros tres directamente sentirán rechazo -los porcentajes son aleatorios- no importa, pero yo no tengo que sentir baja estima por aquellos que fueron indiferentes o me rechazaron en lo afectivo o en un potencial trabajo, o si un socio o una persona me jugó una mala pasada porque hizo una mala maniobra. Yo, en ese momento, tengo que estar absolutamente analítico para actuar en consecuencia y buscar la manera más clara de poder dar vuelta a la situación a mi favor pero jamás voy a dar vuelta a la situación si estoy reactivo porque al estar reactivo no me permite pensar con claridad -eso no significa que me transforme en un ser infalible porque infalible es Dios; nosotros somos humanos y somos falibles-. Pero si estamos analíticos y pensamos con claridad y tenemos el ego integrado el porcentaje de aciertos va a ser muchísimo mayor, absolutamente muchísimo mayor porque no vamos a estar manipulados por el ego y, al no estar manipulados por el ego, no vamos a caer presa de la manipulación del otro porque el ego hace que las personas manipuladoras se acostumbren a manipular; la persona manipuladora es dependiente de su manipulación. ¿Y qué es peor? Es peor que hay personas que se acostumbran a ser manipuladas. Lo toman como algo cotidiano, como algo normal en la vida el ser manipulado por su jefe, por su pareja, por sus amistades, etc. Y lo que es peor es que lo toman como algo normal. Es como la persona coqueta que se compra un calzado un número más pequeño por coquetería. Quizá camina –y este ejemplo lo he dado en otra oportunidad- todo el día y no se da cuenta que el zapato le aprieta hasta que se sienta en el sillón o al borde de la cama y se saca el calzado. En ese momento siente el pie que se lo tiene que masajear. Y apuesto lo que deseen que luego no se vuelve a poner ese calzado porque recién se da cuenta cómo le apretaba una vez que se descalzó. Con el ego pasa lo mismo: hay personas que están tan acostumbradas a sentir ese peso sobre los hombros y que viven cotidianamente sin darse cuenta de que llevan ese peso -por costumbre-, como si llevaran una mochila sobre los hombros. Recién sienten ese peso cuando se sacan la mochila. Eso pasa con el ego.



Por último, no significa que si la persona integra sus yoes en un yo central y es equilibrada no vuelva a caer presa del ego, porque el ego siempre está al acecho. Y el ego va a aprovechar la más mínima oportunidad de vulnerabilidad de la persona para volver a hacerla caer. Eso se evita si la persona está alerta de su conducta. Y muchas veces me dijeron –y lo he dicho en otras sesiones- que es muy difícil estar las veinticuatro horas alerta. Pero no se trata de vigilarnos sino de adecuarnos, y llega un momento en que estar alerta va a ser como respirar, algo normal, como la persona que las veinticuatro horas transmite buena onda, como la persona que las veinticuatro horas es gentil, que está de buen humor. Pero no que imposta sino que está genuinamente así. Entonces ya no precisa estar alerta porque si ya adapta su forma de vida a vibrar en sintonía con los demás -tener rapport-, estar en empatía, es muy difícil que el ego haga de nuevo presa de la persona, y la persona se va a sentir autosuficiente para que nadie juegue con ella en el sentido de querer hacerla tropezar, de manipularla, de llevarla por un camino que no quiere en lo laboral, en lo afectivo… La persona se va a hacer respetar porque la falta de respeto -no es que la persona recibe un insulto o un maltrato, obviamente que es una falta de respeto- es más sutil todavía. La falta de respeto en lo afectivo, en lo laboral, en las relaciones, etc. también pasa por no tener en cuenta al otro, por tomar decisiones unilateralmente, por ignorar… Eso también es falta de respeto. Muy poca gente entiende eso y toman como falta de respeto solamente un insulto o una agresión verbal o física. Hay muchas maneras sutiles de falta de respeto y, a veces, nosotros mismos, nos faltamos el respeto al ser dependientes, al ser permisivos, al no saber decir “no” cuando es necesario. A veces decimos “sí” cuando tenemos que decir “no” por temor al rechazo del otro, porque buscamos la aprobación del otro, porque todavía estamos dependientes de la opinión del otro. Si nosotros nos sentimos auto abastecidos afectivamente no vamos a buscar la aprobación del otro y vamos a decir “no” cuando es necesario porque nos vamos a respetar. El respeto pasa primero por uno mismo de la misma manera que la aceptación y de la misma manera que el amor. Pasa primero por uno.



Si nos respetamos es muy difícil que el ego tenga cabida. Manos a la obra.

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