Tres meses de inmigrante en Panamá...
En un abrir y cerrar de ojos ya son tres meses los que tengo fuera de Venezuela. Parece que fue ayer cuando hacía de tripas corazón para no derramar ni una lágrima cuando me despedía de mis padres.
Si tengo que dar un balance en pocas palabras diré “no es fácil, pero es posible”. Ahora, con responsabilidad explicaré el alcance de esta frase para aquellos que están pensando agarrar sus cosas y salir corriendo del país.
Yo escogí Panamá, pero puede que no sea el mejor país para ti. Cuando yo compré mi pasaje, en enero del año pasado, aun había Crisol de Razas (un proceso que permitía obtener un estatus migratorio y te facilitaba el tema de la residencia y el permiso de trabajo) al poco tiempo de tener nuestros boletos, el mío y el de mi esposo, este proceso llegó a su fin. Los caminos ahora son otros, mucho más difíciles y costosos y aun más para quien tiene su carrera restringida como es el caso de Jimmy y el mío.
Sin embargo salir adelante no es imposible. Se puede trabajar, pero sin permiso de trabajo las ofertas laborales que te quedan son de un 30% y tienes que trabajar más y por menos dinero. Olvídate de ejercer lo que estudiaste y de sueldos altos, bájate se esa nube, si aun quieres venir aquí debes llegar con la mente abierta, la boca dispuesta para pedir lo que nunca has pedido y las manos lista para lo que sea, esto incluye, limpiar casas, oficinas, lavar carros, vender cualquier cosa, cargar cajas, literalmente, vas a tener que hacer lo que sea si tu objetivo es permanecer aquí y no devolverte al infierno que es Venezuela.
La clave para la supervivencia será la HUMILDAD y estar dispuesto a olvidar lo que fuiste, aquí no eres nadie, eres el polvo del zapato del que aquí vive, no tienes estatus de nada, tu carro, tu casa, tus cosas, tu apellido se quedó en Venezuela. Acéptalo o sufrirás.
Si eres de los que se adapta al cambio y sabe disfrutarlo, puedes considerar ser un inmigrante. Por suerte y gracias a la crianza que me dio principalmente mi padre, soy una inmigrante FELIZ. Llegué bien dispuesta, vivo en un espacio que nada se parece a lo que era mi cómoda casa. Es un apartamentico tipo estudio, de una sola habitación.
La decoración minimalista, tipo oriental, aquí no existe. Llegué y compré lo más barato que encontré, porque aquí cada dólar cuenta. Debes lidiar con la tentación. Aquí hay de todo y por todos lados y quieres darte los gustos que ya Venezuela no te permitía, pero cuando caes en cuenta que aun no tienes trabajo y que tienes que pagar un alquiler, que aquí son bien caros, entiendes que los “gusticos” tienen que esperar.
Ahora la verdad, es que el placer de ir a un supermercado y agarrar lo que te de la regalada gana y que existe TODO en los anaqueles, no tiene precio. Ese se volvió mi placer por los momentos, ya que acá la comida es económica.
Las redes personales son la base del éxito. La pena debe quedar en Venezuela, acá debes hablar con todo el mundo, tus vecinos, el del bus, el venezolano que te presentaron, hablar, hablar y hablar, para que sepan que estás buscando trabajo y lo que sabes hacer. Por suerte, esta técnica de dar alaridos de perra parida desesperada por tener un empleo, el que sea, dio resultado y al mes empecé a trabajar. Apenas y ganaba para pagar el alquiler, pero ya eso es una ganancia. Por suerte, y gracias a Dios que nunca nos abandonó, no faltaron los “tigres” o como dicen aquí “camarón” y eso nos ayudó a reunir para no descapitalizarnos.
Encontrar trabajo para los hombres es un poco más difícil. Jimmy lo vivió, con tres meses acá apenas hace unas semanas pudo consolidar algo. Ninguno encontró trabajo por páginas de empleo, ni por los currículos entregados, aunque entrevistas sobraron, pero acá el proceso de selección de personal es lento y a esto hay que sumarle que no se cuenta con el permiso de trabajo, lo que hace todo cuesta arriba.
Ahora bien, fuera de todo el cuento se estarán preguntando si esta fue la decisión correcta. Les diré con franqueza que sí. Por como soy yo y por como es Jimmy. Porque soy una persona sencilla y con total adaptación al cambio, porque no me importa trabajar en lo que sea, siempre y cuando sea algo digno. Porque tengo mis metas bien claras y no me importa empezar de cero una y mil veces si es necesario. Porque puedo comer pan con mantequilla si toca y no me da pena pedir un plato de comida a un vecino si llegase a necesitarlo.
Por suerte, eso no me ha pasado, pero sé que podría con eso. Además piensen bien si van a dar el paso con su pareja, esto es decisión y consenso de dos, ambos tiene que estar dispuestos y aceptar lo que puede pasar. El apoyo emocional es fundamental porque lo van a necesitar.
Gracias a Dios hoy disfruto full de esta etapa, trabajo en una empresa que se dedica a la venta y mantenimiento de maquinarias pesadas y livianas para la construcción, si, leyeron bien, ahora estoy aprendiendo de maquinas, de sandblasting, y demás, feliz y gradecida por cada una de las bellas personas que comparten conmigo a diario que me tienen paciencia y me enseñan algo de lo que no tenía ni puta idea, pero saben que ganas tengo, y disposición también.
¿Me quedaré definitivamente en Panamá? La verdad no lo sé. Después que dejas tu país te das cuenta de que el mundo es tan grande, que esa respuesta nunca más será definitiva. Pero por ahora, siento que tengo mucho que dar aquí y que recibir, lucho por un mejor futuro para mis padres a los que quiero sacar de Venezuela.
¿Volver? Espero no tener que hacerlo mientras esté allí el señor Maduro. Espero volver a Venezuela cuando Leopoldo sea presidente. Mientras tanto disfruto de vivir de este bello país que me devolvió los sueños, las metas y las esperanzas. Hoy sé que solo depende de Dios y de mí la palabra FUTURO.
Argemary Bernal.
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