¿A qué edad somos viejos para el ajedrez?
nunca.
En el ajedrez de élite, sin embargo, es obvio que llega un momento en que los años pesan.
¿Cuándo ocurre esto?
Hay diversas teorías, aunque parece claro que entre los cuarenta y los cincuenta se produce un declive progresivo del nivel de juego.
El Torneo de Candidatos que se juega ahora mismo en Moscú es un perfecto escaparate de las virtudes y carencias que tienen los grandes maestros, con una buena mezcla de jóvenes y veteranos.
En el libro «El método Zugzwang», de mi amigo Daniel Muñoz, se explica muy bien
cómo funcionan la curva de aprendizaje y de envejecimiento,
que no es desaprendizaje,
porque la experiencia y el conocimiento que adquiere un jugador a lo largo de su vida
no desaparecen nunca.
Muñoz cita el caso asombroso de Viktor Korchnoi, el gran maestro en activo más veterano del circuito internacional.
Korchnoi ha pasado de tener 2657 puntos Elo a 2500, pero sorprendentemente este nivel le permitirá ser mejor siempre, mientras conserve la capacidad de jugar, que un ajedrecista de 2200 puntos Elo.
Sus conocimientos y recursos están tan asentados que solo la muerte o una grave discapacidad se los arrebatarán.
El excampeón mundial Vladimir Kramnik hablaba hace poco en una excelente entrevista al diario ruso Sport Express (traducida por Chess24) sobre el torneo de Candidatos y citaba a Anand e incluso a Topalov, dos cuarentones, entre los jugadores que no se podían descartar para el triunfo final.
Ya ganó en la última edición, de hecho, ante el pasmo de muchos. De todos modos, el ruso decía que la diferencia de edad empieza a ser excesiva
y en este torneo están jugando ante grandes maestros veinte años más jóvenes que ellos.
Kramnik, pese a todo, acaba citando unas palabras de otro excampeón del mundo, Smyslov,
quien llegó a la final del mismo torneo a los 63 años y a punto estuvo de convertirse de nuevo en aspirante.
¿Cómo ha podido llegar tan lejos?, le preguntaban, y el veterano gladiador respondió:
«Algo que he comprendido es que una vez que aprendes a jugar al ajedrez de forma apropiada, no lo olvidas».
«La clase está ahí», añade Kramnik de su cosecha, y si logras mantener la motivación y la energía suficiente, nadie puede descartarte de lograr lo que sea.
En el mismo texto,
también entrevistan a Boris Gelfand,
quien va aún más lejos y asegura que «la madurez es lo más importante» en un gran torneo.
El israelí discrepa de quienes ensalzan la juventud como el principal valor y afirma que eso es «un cliché,
un mantra que la gente repite aunque las estadísticas no les dan la razón».
«Confío en que mi amigo Levon (Aronian) sea suficientemente viejo para ganar», añade con ironía sobre el Candidatos.
Entre los veinte mejores del mundo,
todavía nos encontramos a dos jugadores nacidos en los años sesenta (¡!),
Anand (1969) y Gelfand (1968).
Otros tres proceden de la década de los setenta,
Kramnik (actual número dos, 1975),
su archienemigo Topalov (1975)
y Svidler (1976).
Tres de ellos están disputando ahora el torneo de Candidatos en Moscú, en un exclusivo grupo de ocho elegidos.
Cuando los ordenadores permiten fabricar grandes maestros adolescentes con una facilidad nunca en la historia,
los veteranos aguantan el empuje de los jóvenes mejor que nunca.
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