Sherlock Holmes y el Ajedrez" por Juan Antonio Montero
El Club de Ajedrez MAGIC nos envía un interesante artículo.
Otra magistral colaboración de Juan Antonio Montero (Club de Ajedrez MAGIC) para esa sección que tanto éxito tiene entre los aficionados y público en general: "METAJEDREZ".Juan Antonio nos sorprende con un amplio estudio de la influencia del Ajedrez en autores tan importantes como Poe o Conan Doyle, además de relatarnos con estilo ameno, pero no por ello menos profundo, algunas pinceladas biográficas sumamente interesantes. Termina su relato con una cita a ese enamorado del ajedrez: el mítico actor Humphrey Bogart y su famoso gambito:
"Sherlock Holmes y el Ajedrez" por Juan Antonio MonteroEl detective de ficción más famoso de todos los tiempos, Sherlock Holmes, fue creado por el médico y escritor escocés Arthur Conan Doyle. Las aventuras de Holmes comenzaron a publicarse hacia 1880 y durante unos treinta años con intervalos, el público británico siguió apasionadamente los relatos que su autor publicaba regularmente en la revista Strand.A pesar de la rápida aceptación que Holmes tuvo entre los lectores, su autor fue experimentando un progresivo aborrecimiento hacia este hijo de su creación: mientras más crecía la fama de Sherlock y más aventuras le exigía su público, más seguro se hallaba Conan Doyle de estar malgastando tiempo y talento en algo poco meritorio y que en nada contribuiría a lograr la posteridad, su más deseada meta. Llegó a escribirle a su madre que incluso oír siquiera el nombre de “este señor” –Sherlock- ya le cargaba.Paradójicamente, hoy, a pesar de haber escrito otras muchas novelas, el nombre de Conan Doyle resulta infinitamente mucho menos conocido y universal que el de su personaje Sherlock Holmes.Cuarenta años antes, en la década de 1840, Edgar Allan Poe, creaba el que se puede considerar predecesor de Sherlock, Charles Auguste Dupin. Allan Poe es uno de los más grandes poetas y novelistas norteamericanos, y su vida estuvo marcada por la muerte, la tragedia y las adicciones. Murió presa de deliriums tremens tras ser encontrado moribundo por unos amigos suyos en las calles de la localidad de Baltimore.Charles Auguste Dupin, el personaje de Allan Poe, puede ser considerado el primer detective de la historia de la literatura. Es un joven y empobrecido aristócrata de París que dedica el tiempo a cultivar su mente y al “goce de las facultades intelectuales”. A partir de éstas y del razonamiento puramente deductivo, logra esclarecer los casos de “La carta robada”, “El misterio de María Roget” o “Los asesinatos de la Rue Morgue".En esta última, que es la que abre la serie, las primeras páginas se dedican en parte al ajedrez. Y no lo deja en muy buen lugar: Poe, un hombre con una mente absolutamente privilegiada, no estimaba demasiado este juego, al que calificaba como “una frivolidad primorosa”. Para Allan Poe, este juego supuestamente profundo no era tal, y en realidad la facultad mental que se ejercitaba fundamentalmente era la atención: como quiera que los movimientos posibles en ajedrez son variados y complicados, las posibilidades de descuido son múltiples, y según Poe, nueve de cada diez veces vencía en ajedrez la persona más reconcentrada, no la más perspicaz. El juego de las damas era, en cambio, puro razonamiento analítico y deductivo: las posibilidades de descuido eran mínimas, y no entraban en juego factores tales como la atención y la concentración: así que para vencer se necesitaba un tipo de “perspicacia superior” que en ajedrez pocas veces se encontraba, tan atento estaba el ajedrecista a controlar “las múltiples variables y los movimientos raros” de las piezas.Despachaba el asunto afirmando que, en realidad, el mejor jugador de ajedrez del mundo no podía llegar a otra cosa que ser simplemente el mejor jugador de ajedrez. Los buenos jugadores de las damas o del whist, sin embargo, podían generalizar las facultades analíticas que desarrollaban en estos juegos a otras empresas humanas e intelectuales. En los jugadores de ajedrez, esto no ocurría.Poe utilizaba en muchas ocasiones lo que podría considerarse como un esbozo rudimentario de lo que después sería el método científico -de Allan Poe llegó a decir Baudelaire que siempre tuvo una notable aptitud para las ciencias físicas y las matemáticas-. Sabía el norteamericano de lo que hablaba cuando se refería al ajedrez. De hecho, contribuyó a desentrañar en un artículo titulado “El jugador de ajedrez de Maelzel”, uno de los episodios más curiosos y aún hoy rodeados de misterio de la historia del ajedrez, el del autómata llamado “El Turco”, inventado por Wolfgang von Kempelen.Este era un primitivo robot que jugaba al ajedrez y que durante muchos años recorrió las Cortes europeas jugando con la realeza (llegó a enfrentarse a Napoleón y a Catalina de Rusia, a los que venció) y que además jugó contra grandes ajedrecistas de la época, ganando en diversas ocasiones. Sólo ocurría que en realidad este autómata era un fraude, puesto que muy ingeniosamente y entre los engranajes del artefacto, se escondía un jugador de ajedrez que movía las piezas. Parece que durante los casi treinta años en que el autómata estuvo activo fueron varios los ajedrecistas que participaron en el engaño: es casi seguro que el primero fue un joven oficial polaco y muy buen jugador, Worowsky, que había perdido las dos piernas en una refriega y que por ello se camuflaba perfectamente en el interior de la máquina. Allan Poe, con su artículo, contribuyó a desvelar un truco con el que se engañó durante muchos años al público y a muchos de los más selectos intelectuales de su época.Teniendo en cuenta, de este modo, que Poe tenía una opinión autorizada sobre el ajedrez, ¿por qué estimaba en tan poco este juego? Quizás la explicación radique en el hecho de que el ajedrez se hallaba en aquel entonces en un estado bastante rudimentario, y se podría considerar sin ningún sonrojo como un juego bastante “simple”. Es muy probable que Poe tuviera razón: en su tiempo, el ajedrez se practicaba utilizando mañas y trucos tácticos, sin establecer conexión alguna entre las distintas fases de la partida, y además solía decidirse en una fase tan temprana del juego como era la apertura. No se habían desarrollado todavía los conceptos de los que en buena medida se nutre el ajedrez moderno. La teoría del valor de la estructura de peones de Philidor –que por cierto, llegó a jugar contra “El Turco”-, que era un avance frente a las maniobras puramente tácticas, había empezado a postularse algunos años antes, pero todavía tardaría mucho en introducirse en la práctica del ajedrez.Volviendo a Conan Doyle, el autor de nuestro Sherlock, sus referencias al ajedrez se circunscriben a un pequeño párrafo, pero muy significativo, de la aventura denominada “El fabricante de colores retirado”. Este episodio fue escrito hacia 1900 y, resumiendo, trata acerca del despiadado y cruel asesinato de una mujer y de su amante a manos del anciano marido de la primera. El asesino, al igual que el amante asesinado, jugaban a menudo al ajedrez entre ellos. De hecho, el primero era un ajedrecista consumado.Una vez solucionado el caso, y como era habitual, Sherlock procede a explicarle a su asombrado amigo y colega el doctor Watson los medios a través de los cuales llegó a resolver el misterio. Y una de las pistas que le llevó a sospechar del asesino es, sorprendentemente, que jugaba al ajedrez con destreza. Dice Sherlock lo siguiente: “Amberley (el fabricante de colores) amigo Watson, sobresalía en el juego del ajedrez. Fíjese, Watson, que éste es un indicio de una inteligencia maquinadora”. También se ha traducido esta frase como: “El sobresalir en ajedrez es signo de una mente intrigante”.No parece pues que Doyle pensara en los ajedrecistas como seres angelicales de mentes limpias y cándidas. Y se sabe que Doyle jugaba al ajedrez y que conocía a buenos ajedrecistas. Su razonador e hiperlógico detective Sherlock Holmes tiene claro que existe una relación de causa-efecto entre ser buen ajedrecista y poseer una dosis más que elevada de maquiavelismo.Lo que encuentro más revelador en todo esto es que subyace una visión del ajedrez como un juego mucho más profundo de lo que lo entendía Poe. Doyle, al igual que este último, eran hombres de su época, muy interesados en lo que acontecía en su tiempo. Unos treinta años antes de que escribiera Conan Doyle este capítulo de Sherlock, Whilhelm Steinitz establecía los principios del ajedrez moderno. Olvidándose de la moda romántica al uso, Steinitz encontró en el ajedrez una dimensión científica y lógica: se ganaba al ajedrez cuando se daban las condiciones objetivas, no por meros impulsos del corazón y de la fantasía.Esta revolución ajedrecística es indudable que había llegado a oídos de Doyle. Es posible, además, que en el ideario del hombre de principios del siglo XX la imagen del juego del ajedrez hubiera tomado una dimensión mucho más compleja de la que podía tener el hombre del XIX.Hay una excelente serie de la BBC (la legendaria cadena televisiva pública británica) que creo avala esta interpretación. Se denomina “Los misterios del auténtico Sherlock Holmes” y consta de cinco episodios realizados entre finales de 1990 y principios de 2000. A pesar del título, los personajes, curiosamente, no son Sherlock Holmes y el doctor Watson, sino el propio Conan Doyle y el doctor Joseph Bell, un personaje real, profesor del joven Conan Doyle en la Universidad Edimburgo y del que se decía que fue quien inspiró en éste la figura de Sherlock, por sus asombrosas dotes deductivas y de observación.Uno de los episodios, “La estratagema del caballero blanco”, es un auténtico homenaje al ajedrez decimonónico. Es un guión absolutamente libre, sin relación alguna con cualquiera de las aventuras que escribió Doyle (el canon, como lo llaman los puristas en la materia). Además de mostrar unas imágenes maravillosas del ambiente que se respiraba en los clubes de la época, esta película, que recomiendo a todos, nos muestra a un Doyle experto en ajedrez, y sobre todo, muy receptivo a los avances que se estaban produciendo en los conceptos del juego.Sin querer revelar el desenlace, el personaje de la película que a la postre se descubre como un calculador y terrible asesino, se desvela además como un experto ajedrecista con una visión realmente profunda y avanzada del juego. Parece, pues, que los guionistas tuvieron presente esa máxima de Sherlock: “El sobresalir en ajedrez, querido Watson, es indicio de una mente intrigante”.Cambiado de época y de continente, en la década de los treinta y en Estados Unidos, de la pluma de Dashiell Hammett y de Raymond Chandler respectivamente, nacen dos detectives que marcan un estilo: Sam Spade y Philip Marlowe. Ambos tenían muchos rasgos en común: pocos escrúpulos, gatillo fácil, arrojo, cinismo, piedad aunque algo matizada, un fondo de justicia en una sociedad corrupta, capacidad de supervivencia... aunque quizás el segundo se distinguiera del primero en que era algo más humano. Poco que ver de todos modos con los muy deductivos y exquisitos Dupin y Sherlock.Un actor encarnó a Spade y a Marlowe en dos películas que quedaron registradas para la historia del cine: “El halcón maltés” y “El sueño eterno”. El actor era Humphrey Bogart, y desde entonces, su caracterización ha quedado como un modelo que difícilmente podrá ser mejorado. Ninguno de estos personajes de ficción jugaba al ajedrez ni consta que nunca les hubiera interesado: sus aficiones más bien derivaban hacia los clubes nocturnos, las chicas y el whisky. Sin embargo, Bogart, que parecía llevar en la sangre genes similares a los de estos detectives de novela (tenía algunas aficiones muy parecidas), sí que jugaba al ajedrez. Y además lo hacía realmente bien.Se le daba tan bien este juego, que en la dura época de la Depresión en Estados Unidos, allá por los años treinta, llegó a ganarse la vida apostando medio dólar con aquel que se le quisiera enfrentar. Cuando alcanzó la fama como actor siguió jugando (y apostando); en los camerinos, durante los rodajes, era fácil verle jugar con cualquiera o encontrarlo meditando sobre una partida.En la mítica película Casablanca, en la que Bogart da vida a Rick, el propietario de un local nocturno de moda en la Casablanca controlada por los nazis, aparece el actor con un tablero de ajedrez en una mesa, solo, mientras a su alrededor reina la diversión: esta escena parece que fue impuesta por el actor, que quería dar así una especie de homenaje a ese juego que tanto amaba. Esta afición de Bogart ha sido muy poco aireada, y sin embargo, el ajedrez formó parte importante de su vida.Hay un gambito en ajedrez que recibe distintas denominaciones: Gambito Bronstein, Gambito Tim Krabbé y otras. Pero algunos especialistas lo denominan ¡Gambito Humphrey Bogart ¡, porque parece demostrado que el gran actor fue el primero que lo realizó.Es pura dinamita este gambito: si el detective privado Marlowe o el agente de la Continental Spade hubieran jugado al ajedrez, no cabe la más mínima duda de que más de una vez lo habrían desenfundado frente a sus contrincantes:Bogart,H – NN (USA, 1933)1.d4 Cf6 2.g4 Cxg4 3.f3!? Teniendo en vista la ocupación máxima del centro por la cadena de peones. 3...Cf6 4.e4 d6 5.Ae3 g6 6.Cc3 Ag7 7.Dd2 Cc6 8.0-0-0 0-0 9.Ad3 e5 10.d5 Cb4 11.Ac4 a5 12.a3 Ca6 13.h4 Ch5 14.Cge2 f5 15.Ag5 Af6 16.f4 exf4 17.Cxf4 Cxf4 18.Dxf4 fxe4 19.Ah6 Te8 20.Cxe4 Ag7 21.Axg7 Rxg7 22.h5 Af5 23.hxg6 Axg6 24.Dh6+ Rg8 25.Tdg1 De7 26.Txg6+ hxg6 27.Dh8+ Rf7 28.Th7# 1-0
Fuente: Club de Ajedrez MAGIC
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