El cerebro es un órgano que necesita ejercitarse. Por ejemplo, en el entrenamiento de la memoria se ha comprobado que la principal causa de la falta de ésta es la pereza mental. Cuanto más se pida al cerebro, tanto más responderá éste. Si haces el esfuerzo de recordar las cosas, más que consultarlas o decir: lo he olvidado, y luego renunciar, el cerebro se acostumbrará a trabajar y la memoria irá aumentando poco a poco.
La manera más efectiva de ejercitar el cerebro es practicando la concentración. Esto es algo que tanto se puede hacer durante la vida cotidiana como durante la práctica de la meditación. Consiste en la capacidad de centrarse exclusivamente en una sola cosa. Si no planteas esta estrategia, no importa qué aptitudes psíquicas o espirituales tengas, sólo serás capaz de desarrollarlas y apreciarlas hasta un punto limitado. Hoy en día, los profesores frecuentemente dejan de lado esta habilidad porque a la mayoría de la gente no les parece sofisticada y atrayente, sin embargo, es el punto de referencia de todo desarrollo espiritual y es la base de todo éxito.
La meditación consiste en dejar ir la mente de forma disciplinada, así de paradójico como suena. Se deja ir la mente hacia donde ella quiera, no obstante, todo el tiempo se tienen pleno control del proceso. La facultad que proporciona este control es la concentración. La mente quiere vagar, no se puede parar por la fuerza. La represión mental sólo empuja los pensamientos errantes al subconsciente, desde donde rebotan sin querer hasta que nos ocupamos de ellos. Por eso no sirve tratar de prevenir que los pensamientos y sentimientos ocurran, por el contrario, has de encausar la mente para que se dirija hacia donde tú quieras.
ERA DORADA
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