Saturday, March 10, 2007

la historia de un hombre de 35 o mas años y una joven de 25. me identifico con esta historia, es triste los prejuicios sociales.

Bien. Uno de los primeros circos, llamados circos criollos, en Argentina, que fueron creados poco a poco hasta concretarse un circo ya más estructurado por así decirlo. Esto es… bueno los primeros circos o el primer circo criollo, en los alrededores de Buenos Aires, fue alrededor de 1840.
Pero de esa misma familia, entre comillas “cirquense”, yo ya en el año 1846 digamos que tenía la edad de 7 años. Fui creciendo en ese seno familiar donde el folklore, por así decirlo, impregnaba lo que era una función de circo propiamente tal.
El circo criollo era un circo más bien no de tanta parafernalia o sofisticación, no era tan lujoso, no, sino más bien nos basábamos en las cosas más rústicas y que estaban más a la mano como incluso el teatro.
Fui creciendo, siempre al cuidado “de”; y me hice como uno de los primeros, también entre comillas porque muy antiguamente existían los bufones, pero me hice como una especie de derivación del bufón, que hoy en día es algo muy similar al payaso. Mi nombre en ese entonces era Fernando.
Ya a la edad de 15 años me había especializado en todo lo que era principalmente el teatro, la parte mímica, y alguna que otra cosa en acrobacia. Pero no era mi fuerte esto último, sino que lo era el poder hacer reír y contar historias dentro de ese circo criollo. Y siempre vestido o mejor dicho disfrazado como un payaso.
Ya a la edad de 25 años me había transformado en un ser maduro; porque a pesar de que mi afán era hacer reír a otros y contar historias y cuentos incluso, por dentro siento que llevaba una pena muy grande, muy grande. Entonces es la típica historia del payasito que hace reír a todos pero él no ríe por sí mismo. Sino que siempre detrás de ese disfraz, detrás de esa máscara, hay tristeza, hay llanto diariamente.
Mi madre, mi madre Filomena, y mi padre, también llamado Fernando, siempre cuidaron de mí en todos los aspectos, siempre me dieron lo mejor. A pesar de que en un circo criollo y en sus primeros comienzos estamos hablando de que no había mucho dinero. Nuestra economía era baja, pero aún así salíamos adelante como sea. Recorríamos distintas ciudades, distintas localidades de lo que es los alrededores de Buenos Aires y también el país.
Bueno, a todo esto te podría decir por qué la tristeza, por qué la pena. Ya a los 27 años de edad mi madre había fallecido. Ella falleció de una especie de… le dio como una taquicardia y se le paralizó el corazón. Mi padre ya era un poco más mayor, muy adulto, ya como cansado y agotado demostraba como más de lo que tenía. Estaba como con pena también, con mucha tristeza.
Yo por mi trabajo era muy poco el tiempo que tenía. Casi no tenía tiempo porque me tenía que hacer cargo prácticamente del circo. Entonces en mí siempre había como una especie de soledad, mucha soledad. Creo que esa soledad hoy en día se la he ido transmitiendo a mi 10%. Y es esa soledad justamente la que a veces lo amarra o lo condiciona a mi 10%, a Ariel. Es una soledad engrámica, es una soledad de engramas que se fueron desarrollando y acentuando en esa vida como Fernando porque no tenía y no cumplía el rol que todo hombre quiere cumplir al tener una pareja y al tener hijos. Porque no encontraba esa afinidad, menos iba a tener hijos.
Y mi trabajo me consumía mucho tiempo. Y a veces teníamos que viajar de un lado para otro y en cosa de segundos preparar todo y marchar. Porque si no estaba bien económicamente en una ciudad teníamos que partir a otra. Porque no podíamos estar quietos en el sentido económico, teníamos que buscar nuestro sustento a través de la función.

INTERLOCUTOR: Claro, me imagino que tuvo que haber sido un sustento prácticamente a diario, con lo que ganaban un día era con lo que comían al siguiente.
Ro-El: Exactamente, tú lo has dicho. Entonces no era fácil, no era fácil.
Fue pasando el tiempo y ya a la edad de 35 años, tirando incluso para los 40, cada vez me sentía más solo, más solo. Mi padre era ya muy viejo, muy viejo, muy desgastado. Yo lo abrazaba y él me decía: -Hijo, ¿iré yo a conocer algún nieto? Esas palabras de él, que yo sé que no eran con mala intención, me dolían mucho, mucho en el corazón. Y no sé por qué pienso que por cosas de a lo mejor de karmas o lecciones a aprender a lo mejor no se me daba. Aparte de estar muy ocupado y no tener tiempo para nada.
A todo esto sí conocí a una muchacha. Una muchacha que iba siempre a la función. Muy hermosa ella, muy hermosa. Yo la veía detrás de ese disfraz y comencé a sentir algo muy fuerte por esa muchacha. Ella tenía 25 años. Esa muchacha es como que me robó el alma.
Intenté llegar a ella. No tuve mala suerte, incluso pudimos conversar un poco. Pero siempre de cosas sin importancia, porque ella era como muy bien digamos vigilada por su entorno familiar. Ya que ella era la única mujer y tenía cinco hombres hermanos. Ella era la menor, los demás eran todos adultos y siempre andaban como pendientes y cuidándola. Entonces para mí era muy difícil el poder acercarme y decirle algo o decirle que me gustaba o decirle que sentía cosas por ella. Era muy difícil.
Un día equis, ya sin disfraz y todo obviamente, decidimos juntarnos a las afueras del circo como en una especie de bar, un bar llamado Ricota, y conversamos largo y tendido. Ella me dijo que también sentía algunas cosas por mí. Porque lo que más le gustaba de mí era lo que yo hacía, que era hacer reír a la gente. Hacerla reír, hacerla comprender, hacerla entretenerse. De hecho ella se reía mucho con mis actuaciones. Era como que tenía ese don, y bienvenido sea.
El problema era que en ese momento, mientras estábamos conversando, pasó uno de sus hermanos y no le gustó vernos. Fue directamente donde ella, le dijo que se fuera a su casa, era muy mandón. Y resulta que eso de que yo no pude hacer mucho fue para mí un golpe fuerte. Decepcionado volví a mi hogar.
Estaba nervioso, ansioso, necesitaba verla de nuevo y de alguna forma o como sea lo intentamos. Pero ya no era ahí en el bar ni en el circo sino que fuera, muy lejos. Por lo menos a media hora de camino de lo que era el circo, en el campo. Estuvimos conversando, me dijo: -Sabes Fernando…, ella se llamada Mirta, me dijo: -Sabes Fernando, yo no puedo seguir con esto, tú me gustas mucho, siento cosas por ti pero yo no puedo seguir. Mi familia me presiona demasiado y bueno, le debo un poco de respeto. Ten en cuenta que por esos tiempos antiguos la cosa no era muy agraciada. Yo diría como en todas partes. Entonces con el dolor de mi corazón, casi con los ojos al borde del llanto, le dije: -Mirta, sé lo que estás sintiendo y sé cuál es tu problema. También yo tengo prácticamente 40 años y tú tienes 25 y la diferencia es bastante grande. Tú tienes muchas cosas todavía por vivir y por cuales pasar. Por lo tanto no…, tienes razón, quizás es mejor, o sea para mejor, que esto termine aquí.
En realidad no habíamos concretado mucho, pero los sentimientos eran mutuos. Eran de los dos, el uno para el otro. Entonces recuerdo que ella, estábamos sentados en unas rocas, se paró, me dio un beso en la mejilla y se fue. Se fue y nunca más la vi. Porque la familia completa se había mudado justamente a Buenos Aires. Yo siempre andaba por los alrededores y siempre andaba viajando, ¿entonces cuándo la iba a topar? Nunca. Era muy difícil.
Me quedé con su sonrisa, me quedé con su cabello largo y liso, casi rubio, me quedé con su rostro hermoso y sus ojos azules, me quedé con su sentimiento. Me quedé con su beso en la mejilla. Desde ahí en adelante continué viajando, continué brindando alegría. Pero por dentro, porque siempre la recordaba, la angustia, el pesar, la pena era tan grande, era tan grande, que cada vez que terminaba una actuación me encerraba y comenzaba a llorar. Era una pena agobiante. Y no tenerla a mi lado, no haber podido concretar nada, no haberle podido dar nietos a mi padre… Ya a la edad de 43 años mi padre había fallecido y yo quedado completamente solo.
(Suspiro) Y bueno…, ya nunca más sentí que podía vivir la vida en una forma alegre, feliz; porque toda la alegría que transmitía a la gente, al público, llegué a pensar que era ficticia. Era simplemente una careta, porque detrás de ese disfraz había sólo tristeza, solo dolor. Solo eso.

INTERLOCUTOR: ¿Cómo te vas sintiendo en este momento?
Ro-El: Mejor, mucho mejor. Porque sé que si es verdad que el amor personal es importante, si es verdad que el amor impersonal es importante, sé que juntos pueden ser equilibrados y potenciarse en grandeza. También sé que lo que he vivido en esa vida, en mi vida recientemente relatada, es solo un rol, un rol que he dejado como espíritu que soy en ese pasado. Lo he dejado ya para nunca más volver a vivirlo.
He aprendido que todo tiene que llegar a su tiempo, en todos los aspectos, no sólo en el aspecto sentimental. Aquí me copio de una frase que Daniel Queraltó dio a conocer. Es algo similar lo que voy a decir, quizás no la relate igual pero… “Cuando uno deja de querer que las cosas sean como uno quiere que sean, ahí realmente las cosas comienzan a suceder, y en forma real. Eso no significa que no vamos a intencionar o que no vamos a colocarle un poquito de esfuerzo para que se concreten ciertas cosas, pero hay muchas cosas que hay que dejarlas fluir sin caer en la pereza o en la desidia, pero dejarlas fluir porque mientras más queremos que sucedan, que se concreten como nosotros queremos, a nuestra pinta –como dicen ustedes–, no siempre suceden bien. No siempre se concretan del todo. Porque en ese afán es ahí donde se cortan los caminos”. Entonces lo mismo ahora he ido aprendiendo que hay que fluir, que hay que estar integrado y para eso se necesita estar atento. Que hay que amar, que no hay que afanarse, pero tampoco hay que detenerse, hay que seguir siempre adelante. Siempre.

No comments: