El sobreviviente de un naufragio fue arrojado por la corriente a una isla deshabitada. Después de algún tiempo consiguió construir una especie de choza en la cual puso lo poco que había podido salvar de la catástrofe.
Rogaba a Dios que lo salvara y observaba ansiosamente el horizonte para poder dar una señal a todo barco que pasara. Cierto día, al volver de su búsqueda de alimentos, fue sobrecogido de espanto al ver su choza en llamas. Le pareció lo peor que podía sucederle: todo lo que había podido salvar del naufragio se estaba quemando.
Pero lo que en un primer momento pareció ser una tragedia y que en su mente se revelaba desastroso, en realidad era el medio de su liberación.
En la infinita sabiduría de Dios, esa aparente pérdida era en realidad la respuesta a su ardiente oración. En efecto, ese mismo día llegó un barco. –Hemos visto la señal de humo, le explicó el capitán.
Sí, lo que nos parece una calamidad puede llevarnos a descubrir que Dios se sirvió de ello para nuestro bien. Para un inconverso, puede tratarse de una oportunidad para encontrar a Dios por medio de la obra de Jesús. Para un creyente, puede ser una inolvidable experiencia de liberación y de consuelo en el Señor.
Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
Romanos 8:28
Sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo.
1 Pedro 1:7
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