LEGALIZACIÓN DE LAS DROGAS
por Horacio Velmont
¿Para eliminar a los sicarios bastaría con legalizar el asesinato?
“Hacer difícil o penalmente arriesgado el acceso a la droga hace que renuncie a usarla el 50% de los consumidores, que lo son ocasionalmente".Dr. Ulf Rydlerg, toxicólogo del instituto Karolinska.
"Primero empezamos tolerando centros de droga para jóvenes, después los criminales se adueñaron de ellos para enriquecerse y ahora prácticamente toleramos la organización de redes criminales".Rob Hessink, alto funcionario de la embajada de Holanda en París hablando a sus compatriotas.
Quienes sostienen que la legalización de las drogas hoy prohibidas (cocaína, marihuana, heroína, etc.) reduciría el poder del narcotráfico a una mínima expresión se basan en que la prohibición es la que genera la delincuencia.
Y como prueba ponen el ejemplo del florecimiento de las mafias dedicadas al comercio clandestino de alcohol durante el imperio de la llamada "ley seca" en los Estados Unidos y su desaparición luego de abolirse dicha prohibición.
Esta apreciación, sin embargo, es falsa, en primer lugar porque las mafias no desaparecieron, sino que se disfrazaron de legalidad, y las otroras organizaciones ilegales ahora son empresas legales, los delincuentes pasaron a ser gerentes y las ametralladoras fueron sustituidas por la “gestión de negocios” (management).
En segundo lugar, el consumo de alcohol no solo no desapareció, sino que aumentó exponencialmente, y a partir de su legalización su manufactura se convirtió en un negocio que no ha cesado de crecer hasta el presente, momento en que recluta sus clientes entre menores de edad, un mercado con el que no podían ni siquiera soñar los mafiosos de la ley seca.
Si fuera cierto que un delito concluye con la despenalización, bastaría con abolir el delito de homicidio para acabar con los sicarios, y legalizar las coimas para que éstas desaparezcan.
En realidad, lo que habría que establecer no es si disminuye o no la delincuencia, sino si disminuyen o no las víctimas, y está probado que con la despenalización de las drogas, si bien se disminuye la delincuencia –nada más que porque la venta de drogas deja de ser delito–, las víctimas no disminuyen, sino que sucede todo lo contrario, pues al amparo de la legalidad hay más.
Sería muy lamentable si finalmente ocurre con las drogas lo que sucedió con la prohibición del alcohol: un buen día el gobierno norteamericano se hartó de las muertes de policías y de los combates en las calles entre bandas de traficantes, y consideró que es mejor tener en la sociedad a delincuentes disfrazados de empresarios y no a forajidos del tipo Bonnie and Clyde, especialmente porque éstos no pagan impuestos.
Todas las drogas son venenos.
Todas las drogas son básicamente venenos. La cantidad que se tome de ellas es lo que decide cómo nos van a afectar. Una pequeña cantidad estimula (nos acelera). Una cantidad mayor es un sedante (nos pone a dormir). Una cantidad aún mayor actúa como un veneno y puede matarnos.
Esto es verdad en cualquier droga. Cada una tiene una cantidad diferente. La cafeína es una droga. Por lo tanto, el café es un ejemplo. Dos o tres tazas estimulan. Diez tazas probablemente pondrían a una persona a dormir. Cien tazas de café probablemente la matarían.
Todas las drogas afectan a la mente.
Cuando una persona piensa en algo, de inmediato le llega una imagen de eso que pensó a su mente. Estas imágenes mentales son muy fáciles de percibir: si uno cierra los ojos por unos pocos segundos y piensa en un gato, obtendrá la imagen de un gato.
La mente toma 25 imágenes cada segundo, y las archiva o guarda para resolver problemas en la vida.
Normalmente, cuando una persona recuerda algo, la mente es muy ágil y la información le llega muy rápidamente desde las imágenes guardadas en su mente.
Pero las drogas empañan las imágenes. Las hacen borrosas y confusas. Esto causa espacios en blanco en la mente.
Cuando una persona trata de obtener información a través de esas imágenes borrosas, pues no puede hacerlo. Las drogas hacen que la persona parezca lenta o estúpida. Esto puede ocasionarle fracasos en la vida. Y cuando fracasa en la vida, ¿qué es lo que la persona quiere? ¡Pues más drogas!
Las personas usan drogas para deshacerse de sentimientos indeseados.
Cualquiera que toma drogas lo hace para deshacerse de algún dolor o de sentimientos no deseados, incluyendo el aburrimiento. Para comprender por qué una persona toma drogas en el presente se necesita saber qué andaba mal en su vida antes de que comenzara a tomarlas:
– Él pudo haber tenido algún problema físico que le estaba causando dolor.
– Ella pudo haber estado tratando de calmarse.
– Tal vez él no podía dormir.
– Tal vez ella quería sentirse más feliz.
– O quizás él sólo estaba aburrido.
Las drogas fueron una solución temporal para los sentimientos no deseados. Para obtener una solución real la persona tendría que arreglar lo que estaba causando el problema en primer lugar.
Cuando pasa el efecto de la droga, la persona quiere más.
Cuando pasa el efecto de cualquier droga, el dolor u otro sentimiento que se había ido regresa más fuerte que antes.
Si alguien tuviera un problema que lo hiciera querer tomar drogas –digamos que él está "demasiado nervioso" para hablar con la gente en una fiesta– podría tomar una droga para calmarse.
Cuando pasa el efecto de la droga, el sentimiento de nerviosismo es peor que antes, y la persona quiere más de la droga para calmarse.
El problema de esta persona respecto a hablar con la gente no desaparecerá hasta que haga algo a acerca de su timidez y descubra que sí puede hablar con la gente, con o sin drogas.
El alcohol es la droga mas usada de todas.
El alcohol es una droga, y como cualquier otra droga es veneno para el cuerpo. Igual que otras drogas el alcohol agota las vitaminas del cuerpo de manera que uno se siente cansado o enfermo después de beber. Esto es lo que provoca la "resaca" o "cruda".
El cuerpo necesita vitaminas para mantenerse vivo. Si no se ingiere una dieta saludable tal vez no se obtengan las vitaminas que el cuerpo necesita. Esto puede ocasionar que uno se sienta cansado, o incluso que nos enfermemos.
Cada vez que se toman drogas, ellas queman algunas de las vitaminas del cuerpo. Si se toman suficientes drogas, más tarde uno puede sentirse mal o enfermarse. ¿Qué pasa si uno se mantiene tomando drogas para sentirse mejor, pero cada vez que lo hace las drogas queman las vitaminas del cuerpo? Pues ocurre que el problema se agrava.
La marihuana daña los pulmones, los nervios y el cerebro.
Hay 400 substancias químicas en el humo de la marihuana, y se ha comprobado que 60 de ellas causan cáncer. Estas sustancias químicas permanecen en el cuerpo durante años. La marihuana contiene THC (Tetrahidrocannabinol), una "neurotoxina" (un veneno que afecta el cerebro y los nervios).
Cuando alguien fuma marihuana, esto hace que sucedan dos cosas: 1) las vitaminas y los minerales del cuerpo se queman casi de inmediato; 2) los nervios del cuerpo se entorpecen.
Cada vez que alguien se droga o se "eleva" no se siente tan bien como la vez anterior, y cada vez se siente un poco peor después de hacerlo.
A la larga, los fumadores de marihuana no quieren la droga, sino que la necesitan para aliviar las condiciones no deseadas que la droga creó en sus cuerpos. Sus cuerpos no pueden tomar suficientes vitaminas para restablecer lo que la droga destruye.
El éxtasis es una de las peores drogas.
Recientes investigaciones han demostrado daños muy serios causados por el éxtasis en el sistema nervioso que pueden durar mucho, mucho tiempo. Un programa especial reciente del canal MTV (Music Television) habló acerca de casos de daños cerebrales severos, incluso agujeros en el cerebro, causados por esta droga.
El éxtasis es un "alucinógeno" (una droga que actúa sobre la mente causando que la gente vea o sienta cosas que realmente no existen).
Los alucinógenos son unas de las drogas más peligrosas. Hacen que las imágenes mentales se confundan.
Una persona puede ser arrojada a una experiencia aterradora o triste del pasado y quedarse atorada ahí sin darse cuenta. Eso puede resultar en sentimientos permanentes de miedo, tristeza u otros sentimientos que no tienen nada que ver con lo que está pasando en la vida presente de la persona.
Las drogas arruinan la creatividad.
Hay una escala de emociones en la que la gente se mueve hacia arriba y hacia abajo en el transcurso de su vida. Veamos un ejemplo:
– Alegría
– Interés
– Aburrimiento
– Enojo
– Miedo
– Aflicción (se siente triste)
– Apatía (no le importa nada)
Digamos que una persona está aburrida y fuma marihuana, lo cual causa que su sistema nervioso se entumezca y "eleve" a la persona a una falsa alegría. Es falsa porque ¿qué ocurre cuando se le pasa el efecto de la droga? La persona se siente muy mal y no le importa nada. Cuando se recupera y sube de nuevo en la escala emocional se siente un poco más abajo que antes de tomar la droga.
La persona baja cada vez más en la escala, se siente cada vez menos jovial y menos creativa a medida que pasa el tiempo.
Las drogas embotan todos los sentidos.
Debido a que las drogas entorpecen el sistema nervioso son una forma en que la gente puede deshacerse temporalmente de sentimientos no deseados como tristeza, aburrimiento o miedo.
Algunas veces, en una emergencia, las drogas son necesarias para que se pueda llevar a cabo una operación o cuando ha ocurrido un accidente.
Sin embargo, las drogas bloquean todas las sensaciones o sentimientos. A la larga, cualquier tipo de sentimiento se hace más difícil de experimentar. Eso también incluye las sensaciones sexuales. La persona se siente menos viva, y puede actuar como si no le importara nada ni nadie.
Después de un tiempo, las drogas harán a la persona menos consciente de lo que está sucediendo a su alrededor. Se volverá más lenta, menos rápida para pensar, moverse o reaccionar. Así que puede meterse en accidentes y otras situaciones peligrosas más fácilmente cuando ha consumido drogas.
A menudo la persona no se da cuenta de este cambio en sí misma, aunque otras personas puedan notarlo y traten de indicárselo.
La falacia del derecho a drogarse mientras no afecte a otros.
¿Qué es esa tontería de que cada uno es libre de drogarse si con ello no afecta a terceros? Salvo que viva aislado, todo el que se droga, por el solo hecho de reducir su capacidad mental y deteriorar su organismo, ya está afectando a toda la sociedad.
Y ya es sabido que una manzana podrida pudre a las demás.
Por otra parte, nunca se ha hecho el suficiente hincapié en que el drogadicto al principio busca la droga por el placer que le produce, pero que una vez que se habitúa a ella la necesita para evitar los terribles efectos del llamado “síndrome de la abstinencia”.
El drogadicto, finalmente, tiene dos caminos: curarse o drogarse, y si elige este último camino obviamente bregará por la despenalización de las drogas.
Y ésta es toda la historia.
Legalización de las drogas
Gerardo Ochoa Vargas
Hay un supuesto que dice que si las drogas se legalizan, se acabaría con el narcotráfico y el problema de la adicción sería controlable.
La experiencia desmiente este supuesto. A excepción de Holanda, todos los países o estados que han experimentado esquemas de legalización o de despenalización han regresado a sus anteriores esquemas prohibicionistas. La causa: la epidemia de adicciones que han surgido como resultado de poner al alcance de todos sustancias que modifican ampliamente la conducta humana.
El doctor Rafael Velasco, ex presidente del Consejo Nacional Contra las Adicciones, clasifica a quienes proponen legalizar las drogas en: los que creen que acabaría con el narcotráfico, los que creen que las drogas no son tan malas, los que las han usado sin consecuencias graves, los que confían en soluciones simples para problemas complejos y los que apoyan la irrestricta "libertad" individual. Yo añado los que creen irreflexivamente en estos supuestos y claro, nunca faltan, los que se beneficiarían de la legalización.
Legalizar produce la ilusión de que los delitos se acaban. Y en efecto se acaban, pero de nombre. Ya no existiría el delito de narcotráfico, sencillamente porque la droga se hace llegar de manera legal, pero la adicción ahí estaría. Si se legalizara el homicidio, la tasa de homicidio bajaría a cero, porque ya no habría el delito de homicidio. Pero los muertos ahí estarían.
Un gobierno responsable tiene como finalidad principal proteger a sus ciudadanos. La función de protección en México está muy descuidada: el crimen prolifera, el graffiti daña las comunidades, los precios de la droga, muy cortada y adulterada, la pone al alcance de niños y jóvenes. Y quizá, para evitar esta sensación de falta de control, distintos grupos que deberían de proteger a la población han iniciado campañas que ahora con algo de silencio, y en otras con mayor insistencia, promueven la legalización de las drogas.
Los experimentos de legalizar o despenalizar han terminado por regresar a la prohibición: en 1975, la corte en Alaska aumentó la permisividad para poseer más mariguana. Para 1988, entre los jóvenes de 12 a 17 años, el consumo aumentó hasta alcanzar más del doble que el promedio nacional de Estados Unidos. Finalmente, en 1990, se volvió al antiguo esquema de prohibición y el consumo empezó a disminuir lentamente.
En Inglaterra, entre 1960 y 1970, los adictos a la heroína se multiplicaron por 30 y, durante los 80, el número creció cerca de 40 por ciento anual; ahora, arrepentida, enfrenta el enorme costo de tratar miles de adictos. En comparación, en todo ese tiempo el número de adictos a la heroína en Estados Unidos se mantuvo en cifras de alrededor de 500 mil usuarios.
En Suiza, un parque llamado Platzpitz, se definió como lugar de tolerancia para usar drogas. En 1987 tenía 300 visitantes permanentes. Para 1992, eran 20 mil. En 1992 tuvieron que cerrar el parque, como única forma de acabar con el lastimoso espectáculo de gente inyectándose y drogándose a toda hora.
Holanda es el único país que no ha dado marcha atrás a la despenalización del uso de las llamadas "drogas blandas", que no son tan blandas: cuando se despenalizó el uso de la marihuana, en 1976, su contenido de tetrahidrocanabinol –el ingrediente activo– era de 3 a 5 por ciento; actualmente es de 35 por ciento, cantidad que produce problemas notables de salud (pérdida de memoria, daños cognitivos, y una falta de energía crónica que convierte al usuario en un ser apático y pasivo).
Los resultados de la despenalización: el número de expendios de estas drogas aumentó, en 10 años, de 30 a mil 500 y el uso de marihuana en el grupo de edad de 18 a 25 años creció 200 por ciento. Al grado de que tan sólo en 1997 hubo un incremento de 25 por ciento en el número de adictos a la marihuana en tratamiento, comparado con un incremento de 3 por ciento en los casos de abuso de alcohol.
De 1984 a 1996, el uso de drogas en adolescentes holandeses aumentó 200 por ciento, mientras que en Estados Unidos, en ese mismo periodo, la tasa se redujo en más del 50 por ciento.
Las mismas autoridades atribuyen el 65 por ciento del aumento en el crimen juvenil al uso de estas drogas, y el uso de "drogas duras" como la heroína se ha triplicado desde la despenalización de la marihuana, pero Holanda no desea cambiar de rumbo. La frase holandesa que se usa para este fenómeno es “alles door de vingers zien”: ver a través de los dedos, esto es, ver sólo lo que quieren ver.
Los promotores de la legalización dicen que las drogas legales, alcohol y tabaco, matan mucha más gente que las drogas ilícitas, y es cierto. Pero no mencionan que eso es en un contexto de prohibición. Si se legalizaran, la mortalidad crecería enormemente. Estas sustancias alteran gravemente la conducta. Cerca del 70 por ciento de los presos en 12 áreas metropolitanas de Estados Unidos cometieron su delito bajo influencia de las drogas. Un tercio las había usado inmediatamente antes. El 28 por ciento de los homicidas y el 20 por ciento de los violadores cometieron sus delitos bajo influencia de drogas. En el 80 por ciento de los casos de maltrato infantil en que el niño murió, el agresor se encontraba bajo influencia del crack.
Es ingenuo pensar que un narcotraficante, que se ha dedicado al delito buena parte de su vida, se convertirá en un respetable hombre de negocios o que, al menos, dejará su actividad ilegal. Si todas las drogas no se legalizan absolutamente para todos con el mismo precio, el esquema fracasará. Si no se legalizan para los niños, o no se legalizan las mal llamadas drogas duras, entonces no faltarán delincuentes que se las vendan. Y el esquema, insisto, fracasará en ese caso en su faceta de inhibir al narcotráfico, porque la epidemia de adicciones y toda la mortalidad relacionada con la droga ahí estaría.
Durante mucho tiempo se han podido comprar, en nuestro país, marcas que antes sólo se conseguían de contrabando. Sin embargo, la gente sigue acudiendo a Tepito y otros mercados de contrabando, a comprar a menor precio aquello que fácilmente consigue cerca de su casa.
Tampoco parece prudente el usar el esquema de la fiscalización: hacer que los consumidores de drogas paguen impuestos en su consumo, como ocurre con el alcohol y el tabaco. Hacer a una economía dependiente de los impuestos generados por el consumo ciudadano de drogas que acaban con la iniciativa individual y alientan el comportamiento violento es francamente macabro.
Las drogas son sustancias que deben permanecer prohibidas, ya que si se aumenta su disponibilidad, más jóvenes y niños pueden caer en la adicción. La facilidad de obtener una droga está íntimamente relacionada con su nivel de uso, como quedó demostrado en el caso de Alaska arriba mencionado y muchos otros.
Los programas de combate al narcotráfico y prevención de adicciones deben mejorar, claro está, pero legalizar produce la falsa sensación de control, que no sería sino otro engaño. Uno más, que un gobierno irresponsable podría propiciar.
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