Tuesday, December 16, 2008

LA PSIQUIATRÍA SIGUE EN EL SIGLO XIX

LA PSIQUIATRÍA SIGUE EN EL SIGLO XIX



por Horacio Velmont



Desde hace por los menos dos décadas el Grupo Elron ha estado enviado miles de mails a los psiquiatras, a los psicoanalistas y a toda institución vinculada con la salud humana informándoles que ya había sido detectado el mecanismo que producía los trastornos mentales, así como también la tecnología para repararlo y así devolver la salud a los enfermos.

Se aclaraba, asimismo, que no se trataba de la “panacea universal”, sino de un paso más, aunque de gran magnitud, en cuanto a la comprensión de las aberraciones y a su curación.

El resultado fue insólito porque pudimos comprobar que las ideas psiquiátricas estaban tan enraizadas en la mente de esos profesionales que era casi imposible hacerles comprender que estaban totalmente equivocadas porque partían del error de considerar al cerebro como el mecanismo pensante y que para curarlo bastaban algunos choques eléctricos o encontrar el químico adecuado.

Sin embargo, en realidad lo que buscaban era transformar al demente en un animal doméstico sobre la disparatada idea de que el hombre cuerdo es el que se adapta al medio. ¿Y quién mejor se adapta al medio que un animal doméstico?

El hombre que se adapta al medio no pasa de ser un animal, como el castor, que viene haciendo el mismo dique de barro y ramas desde tiempos inmemoriales, y a todas luces seguirá haciéndolo por los siglos de los siglos.

El hombre cuerdo, por el contrario, es el que adapta el medio a sí mismo, y de este modo construye maravillosos diques, o colosales puentes, o enormes rascacielos que parecen precisamente eso: rascar el cielo, y que son el orgullo de la humanidad.

Debemos a L. Ronald Hubbard el descubrimiento de la mente reactiva automática y a su contenido de engramas, y por qué razón esta mente era la culpable de todas las aberraciones y no la mente analítica, que por otra parte es la única que conocen los psiquiatras.

La mente reactiva es un mecanismo de supervivencia que se activa automáticamente en el momento en que la mente analítica (o mente consciente) se desconecta, como por ejemplo en un desmayo.

¿Qué hace entonces la mente reactiva en cuanto empieza a funcionar? Pues graba todo lo que sucede a su alrededor, de modo que en el futuro, si se presenta una situación similar –no necesariamente igual, sino semejante– pueda salvar al organismo ordenándole huir.

El ejemplo clásico es el de la cabra que está pastando tranquilamente y de pronto baja del árbol una enorme serpiente para engullírsela.

Si la cabra logra escapar tendrá grabada en sus células todas las percepciones del incidente: el color de la serpiente, su siseo, el murmullo del viento moviendo las hojas, el olor del pasto, el color del árbol, etc.

Así, en cualquier otra circunstancia en que la mente reactiva de la cabra perciba algunos de esos factores, la hará huir de inmediato, sin que le importe equivocarse en la interpretación del peligro porque lo principal es alejarla de allí, incluso “por las dudas”.

En los seres humanos la mente reactiva opera de la misma manera, pero mientras en los animales solo lo hace como mecanismo de supervivencia, en aquellos además es productora de aberraciones.

¿Por qué esto es así? Porque lo que produce acción son las palabras, y si alguien se accidenta y queda desmayado, todo lo que se conversa en su entorno queda grabado como orden hipnótica, es decir, técnicamente como engrama.

No importa si las palabras son positivas o negativas, ya que todas ellas son potencialmente nocivas porque la mente reactiva no razona, sino que las interpreta literal e irracionalmente.

Ésta es una de las cosas que menos parecen entender los psiquiatras: una persona inconsciente graba en las células de su organismo todo lo que sucede, y toda la grabación constituye una orden hipnótica lista para restimularse en el futuro de manera impredecible.

Supongamos la siguiente conversación entre los que están al lado de la víctima en un accidente vehicular:

–Yo no culpo al conductor porque a veces uno es impotente frente a lo imprevisible…

–Sí, estoy de acuerdo contigo, pero también es cierto que lo que menos hizo es pararse…

Estas palabras parecen ser inocentes, pero dichas ante una persona desmayada pueden ser catastróficas: “uno es impotente…”, “lo que menos hizo es pararse”…

Estamos tratando de brindar un ejemplo lo más claro posible de por qué de pronto alguien puede tener problemas de erección por obediencia a una orden hipnótica, porque en la realidad de los hechos no siempre las palabras que provocan problemas sexuales son claras en su sentido, ya que la interpretación que hace de ellas la mente reactiva es impredecible.

Si a una persona se la hipnotiza y se le implanta la sugestión simple de “hazlo”, diciéndole también que esa sugestión la cumplirá cuando el operador se toque la corbata, es impredecible lo que hará una vez que se la despierte y el operador se toque la corbata.

De la misma forma se puede hacer el experimento con las palabras “no lo hagas”.

Si una persona tiene, por ejemplo, un engrama con el contenido verbal “nunca debes hacerlo” puede verse en figurillas si se le restimula justo cuando va a tener una relación sexual.

Como los engramas también pueden volverse crónicos, es posible que ese engrama le impida tener relaciones sexuales en lo sucesivo.

¿Qué puede hacer, entonces, un psiquiatra frente a un paciente con problemas sexuales si no sabe cuál es el origen de su trastorno?

Pues recurre al único medio que tiene: las drogas, esperando que le salga un comodín y solucione el problema.

Y ésta es toda la historia.

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